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martes, 20 de septiembre de 2016

CRÍTICA ¡BUEN VIAJE, EXCELENCIA! (2003), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Sinopsis: Durante sus dos últimos años de vida, un Franco decadente y delirante mantiene en vilo a su mujer, a su familia y a todo su séquito.

Un joglar era un intérprete musical de las obras épicas de los siglos XII y XIII. Es de suponer que Albert Boadella, el director de “¡Buen viaje, excelencia!”, se cree un intérprete de obras, puesto que bautizó con el nombre “El Joglars” a su compañía de teatro, del mismo modo que Calígula nombró ministro a su caballo. Pero que uno crea que es algo no significa que se sea ese algo. Boadella se compara con un joglar, pero hay una diferencia entre un joglar y Boadella, y es que los joglars eran artistas con arte, y Boadella es un payaso sin gracia.

“¡Buen viaje, excelencia!” resulta una obra fílmica pobremente realizada, que podría haber llegado a ser una sátira inteligente si esa misma cualidad, la inteligencia, la hubiese tenido quien estuvo detrás de la cámara y cuyo nombre aparece constatado en el registro de propiedad intelectual como autor de lo que se podría llamar generosamente como “guión”.

La película es vulgar en su contenido e incoherente en su forma, una propuesta más infumable que una adaptación cinematográfica del listín telefónico o de “Crepúsculo”.


Albert Boadella, que padece de demencia senil no diagnosticada, pretendía con esta... digamos... basura hacer como una especie de “El gran dictador”, y seguramente se cree que realmente hizo eso, seguramente se cree un Chaplin español. Nada más lejos de la realidad, bueno, quizá la mente de éste deficiente mental si está todavía más lejos de la realidad. En “El gran dictador” Chaplin se reía de Hitler y del régimen nazi, no de los judíos. En “¡Buen viaje, excelencia!” Albert Boadella, el muy canalla, se descojona del asesinato de Salvador Puig Antich por garrote vil, del fusilamiento de cinco prisioneros, del incremento de represión a raíz del atentado contra Carrero Blanco... y a Franco lo dibuja como un abuelete encantador de residencia que deliraba y que sólo era un poco autoritario, y que el final de la dictadura fue una fiesta en vez de un imperio del terror. ¿Se puede ser más miserable y desgraciado?

La forma no es mucho mejor que el contenido, debido a que Boadella no tiene ni puta idea de cine. Es lamentable que le dieran tres millones de euros a éste sujeto para hacer esta película, es lamentable que le den nada a éste señor para hacer lo que sea en general. Esos tres millones de euros se hubieran aprovechando mejor prendiéndoles fuego.

El diseño visual es absurdo, incomprensible, ilógico. El ritmo brilla por su absoluta ausencia. La película dura ochenta minutos y se hace larga como si durara cuatro horas. El maquillaje es penoso, espantoso y ridículo. Y la dirección.. bueno, un idiota que ha cogido un cámara a ha hecho un bodrio.

Si se hubiese dejado sólo los títulos de crédito y quitado todo lo demás, la “película” hubiera ganado muchísimo e, incluso, hubiese llegado a ser decente.

Mi calificación es: