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lunes, 18 de septiembre de 2017

CRÍTICA OKJA (2017), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Sinopsis: Durante diez idílicos años la pequeña Mija ha sido la cuidadora y compañera de Okja, una gigantesca cerda, en su granja de las montañas en Corea del Sur. Pero todo cambiará cuando la gran multinacional familiar Mirando Corporation se intente llevar a Okja para llevarla a Nueva York, donde la narcisista y egocéntrica Lucy Mirando tiene otros planes para la mejor amiga de Mija.

CON SPOILERS

En “Okja” nos encontramos con una de esas películas que, a pesar de estar protagonizadas por niños y/o por animalitos adorables, no es una película para niños ni es una película que sea apta para que la vean los niños. De modo que alerta a los padres que pretendan hacer ver “Okja” a sus hijitos pequeños pensando: Anda, si la protagonista es una niña que vive con su abuelito en las montañas, como en “Heidi”, y tiene una adorable cerdita como animal de compañía, seguro que es algo estilo “Los Teletubies”. Mmm... no. Si un niño ve “Okja” lo que hará será traumatizarse, no pasárselo bien, y allá sus padres con las consecuencias.

Independientemente de que la protagonista sea una niña y su mejor amiga una supercerda, “Okja” es una película muy adulta, y no sólo muy adulta sino que también resulta muy dura en algunos momentos. Se llega a ver cada animalada... Hay escenas que vienen a ser lo mismo que “Saló o los 120 días de Sodoma” (Pier Paolo Pasolini, 1975) pero con animales no humanos.

Es verdad que el principio de la película, sus primeros veinte minutos, es en plan Miyazaki. Hay incluso momentos que, no es que recuerden, es que están muy inspirados en “Mi vecino Totoro” (Hayao Miyazaki, 1988). Pero es sólo para que el espectador se confíe, a la media hora ya empieza el drama y el peligro.

Claro, debido a ese drástico cambio que hay en la película entre su primera media hora y el resto del metraje, habrá espectadores que vayan a tener la sensación de que en los primeros treinta minutos le cuentan una película y el resto del tiempo le cuentan una película distinta. Pero ese cambio tan destacable que hay a partir de los treinta minutos tiene una razón de ser, no es que empiecen a contar otra película sino que en la misma película la historia cambia de sentido drásticamente, presenciamos un brutal cambio de los acontecimientos, y dicho cambio brutal de los acontecimientos se produce por la intromisión del mundo capital al mundo natural.


A éste respecto, y del mismo modo que sucedía con “Snowpiercer” (Bong Joon-ho, 2013), nos encontramos en “Okja” con una película de tesitura claramente marxista y anticapitalista. En la más reciente propuesta de Bong Joon-ho el director define el capitalismo como una ideología, como una ideología fascista, identifica y asocia el capitalismo con el fascismo.

Fijémonos en el principio de la película. Mija y Okja viven en una granja en medio del bosque y las montañas, es un paisaje natural en el que todo son árboles, ríos, lagos... es la idea que mayormente tenemos todos en el imaginario colectivo de cómo sería el paraíso. Sin embargo llegan personajes en representación de la empresa propietaria de Okja, Mirando Corporation, y se llevan a la supercerda a las instalaciones que la multinacional tiene en Seúl para luego llevarla a Nueva York. Cuando Mija sale del bosque y entra en la ciudad para rescatar a Okja, nos damos cuenta del contraste, la ciudad mega urbe y la tecnología es todo lo opuesto a la granja que tiene la niña en medio del bosque rodeado de naturaleza. Si identificamos el bosque dónde viven Mija y Okja al principio como el paraíso, la mega urbe y la tecnología la asociamos con el infierno. Y eso Joon-ho lo muestra de varias maneras, por ejemplo en los personajes.

La niña protagonista, Mija, tiene pocos registros. Está contenta y alegre, triste, enfadada o asustada. Son los únicos cuatro estados de ánimo que tiene la protagonista a lo largo de la película, aproximadamente los mismos que Okja. El abuelo de Mija incluso tiene menos registros, en toda la película sólo está preocupado, cansado o satisfecho. Son personajes psicológica y emocionalmente no muy complicados.

Sin embargo, los personajes de Seúl o de Nueba York son espectacularmente opuestos. No sólo tienen más registros, sino que incluso en muchas ocasiones muestran varios de esos registros a la vez. Muchos de esos personajes son disparatados y absurdos, son personajes burlescos y exagerados, son como personajes de cuentos infantiles o de películas clásicas animadas de Disney. Eso no sólo se puede percibir en la actuación de los actores, sino también en el vestuario de los personajes. Mientras que Mija y su abuelo visten con discreción, sin mucha ostentosidad, los personajes de Seúl y Nueva York visten de manera muy llamativa y extravagante, caso de los personajes de Tilda Swinton y Jake Gyllenhaal, o de manera muy elegante y uniformada, caso de los personajes de Giancarlo Esposito y Paul Dano.


Pero el director no sólo remarca el contraste entre lo positivo del marxismo y lo negativo del capitalismo con el dibujo de los personajes, sino también con el espacio escénico y la planificación visual. Mija y Okja, al principio de la película, se encuentran en el bosque, en medio de la naturaleza, en un espacio libre y abierto. Pero cuando Mija va a Seúl y a Nueva York, la situación es muy distinta. Mija se ve en Seúl rodeada de muchísima gente, vaya dónde vaya siempre está rodeada de gente, pero la peña suda olímpicamente de ella, la gente está físicamente pegada a la niña en el metro o en la calle pero absolutamente todos o la gran mayoría su atención está pegada al móvil, ni siquiera la gente interacciona entre ella. En el bosque sólo estaban Okja, Mija y su abuelo, pero interactuaban entre ellos, y eso no es así en Seúl.

En el metro de Seúl, Mija ve el panel de las lineas de metro de la mega urbe, y es como un laberinto, se siente atrapada. Y cuando llega a las instalaciones de Mirando en Seúl, todo es artificial y tecnológico, con tonalidades grises y azules muy apagadas, en contraste con las tonalidades mucho más llamativas a intensas que se percibe en la primera media hora de película, en el bosque. Sólo hay que ver el momento en que Mija, vestida de rojo que te quiero rojo, entrando en las instalaciones de Mirando en la capital surcoreana, se para un momento en medio de un pasillo de gris cristalino, no puede haber mayor contraste. Y si por si eso fuera poco, en un vestíbulo de dichas instalaciones hay un árbol idéntico al que sirve como logotipo de la marca Mirando, y cuando Mija hace caer el árbol se ve que dicho árbol es mecánico. Una muestra de cómo el capitalismo salvaje y descontrolado pretende que la tecnología sustituya a la naturaleza, que es lo que hacen en Mirando creando genéticamente de forma artificial a la especie a la que pertenece Okja.

En Nueva York, durante el desfile, vemos a los personajes rodeados de grandes edificios, de rascacielos, desde un punto de vista contrapicado, eso hace que los rascacielos se vean como barrotes de una celda que atrapa a los personajes, que atrapa a Mija y Okja para no dejarlas escapar. Y posteriormente, cuando Mija y el personaje de Paul Dano intentan rescatar a Okja por segunda vez (por tercera vez, en el caso de Mija), se introducen furtivamente en un matadero de supercerdos que tiene el aspecto de un campo de exterminio nazi. Primero el laberinto de Seúl, luego la jaula de Nueva York, y posteriormente el campo de exterminio nazi que es el matadero de supercerdos. Bong Joon-ho identifica claramente el capitalismo no sólo con el fascismo, como hacía Miyazaki en “Porco Rosso” (Hayao Miyazaki, 1992), sino también con el infierno, pues vivir en una situación de fascismo es vivir en el infierno. Mija, como lo hacía el personaje de Robin Williams en “Más allá de los sueños” (Vincent Ward, 1998), tiene que descender al infierno para rescatar de allí a un ser querido, se ve obligada a viajar por los diferentes niveles del infierno que se van presentando, como si fuera el infierno de Dante, hasta llegar al peor nivel de todos, el más cruel e infernal, algo que se proyectaba también en “Saló o los 120 días de Sodoma”.


Sin embargo en la película el marxismo es claramente asociado con el paraíso y la democracia, y eso también se percibe en la planificación visual. En Seúl, en Nueva York y en el matadero de supercerdos la cámara, mayoritariamente, se acerca mucho a los personajes, en general el cuadro de imagen deja muy poco espacio a los personajes, hay muchos planos cortos, para transmitir que los personajes viven una situación que les abruma, que les oprime, que les asfixia, que no les deja respirar. Pero en la granja en la que viven Mija y Okja, y en los bosques y montañas que rodean la granja, la planificación visual es drásticamente distinta. La cámara se aleja más de los personajes, les deja más espacio, les deja más aire, les deja respirar más, les deja libertad.

El director de la película también aprovecha para hacer una evidente crítica a la industria cárnica, o al menos a la industria cárnica multinacionalista, que cría a los animales en superpobladas granjas de cemento y acero, dónde los animales no pueden moverse y están aprisionados y hacinados en el mismo sitio y alimentados muchas veces a la fuerza... vamos, algo horrible. Esas granjas son como campos de exterminio nazi pero con animales de granja en vez de judíos, el trato que sufren los animales en esas granjas es atroz, y todo para aprovechar lo máximo posible con el mínimo gasto. En “Okja” eso es lo que hace la ficticia multinacional Mirando Corporation, que sin embargo hace pasar sus productos como ecológicos, y con eso Joon-ho nos habla de las dictaduras perfectas, que son las que se hacen pasar por democracias y consiguen convencer a sus ciudadanos de que son democracias.

Una multinacional cárnica puede manipular y/o crear animales genéticamente para que su carne sepa mejor, pero si anuncian en la tele que sus productos son ecológicos los consumidores se lo creen, al menos la mayor parte da por sentado que lo que dicen en los anuncios es cierto y que la carne que compran se ha obtenido sin necesidad de hacer sufrir al animal. En “Okja” el grupo animalista capitaneado por Paul Dano muestra a los ciudadanos de Nueva York cómo son tratados los animales cuya carne compran y comen. ¿Cuales son las consecuencias en la película? Que la gente se escandaliza por lo horrible que es y luego se va al supermercado a comprar la carne de cuyo animal saben que ha sufrido y ha sido explotado cruelmente.

Con las dictaduras que se hacen pasar por democracias ocurre lo mismo. Por mucho que se les muestre a los ciudadanos de esas dictaduras las evidencias de que viven en una dictadura y no en una democracia, dichos ciudadanos, o al menos la mayoría, prefieren negar las evidencias y tratar de autoconvencerse de algo que saben que es una mentira, porque es más fácil negar la evidencia y vivir como se pueda que admitir y reconocer la realidad y hacer algo para cambiarla.


Fijémonos, por ejemplo, en la película “Están vivos” (John Carpenter, 1988). En esa película el protagonista encuentra una caja llena de gafas de sol y, al ponerse unas, estas le permiten ver la realidad que se esconde detrás de los anuncios publicitarios, de las portadas de periódicos y revistas, del dinero. El protagonista comprende que las personas están siendo manipuladas, que no hacen nada por sí mismos sino que están siendo controlados subliminalmente a través los medios de comunicación, en la publicidad, en la televisión, etc. Las gafas le permiten al protagonista ver la dictadura real que se esconde detrás de la falsa democracia, y cuando intenta obligar a un amigo suyo a ponerse las gafas para que lo vea éste se niega a hacerlo, se resiste a hacerlo y le agrede. Es como si el amigo fuera consciente de que vive en una dictadura, pero se niega a verlo, no quiere verlo, porque verlo haría que se desmoronara la ilusión que se ha creído de que vive en una democracia, prefiere vivir en una mentira feliz que en una verdad horrible. Es la misma elección a la que Morfeo somete a Neo en “Matrix” (Lilly y Lana Wachowski, 1999), pastilla azul o pastilla roja, vivir en un fantasía o ser consciente de la realidad.

Con esta feroz crítica a las multinacionales cárnicas el director de “Okja” busca claramente conscienciar al espectador de la brutalidad a la que son sometidos los animales explotados para que después el propio espectador pueda comprar la carne o la leche de dichos animales en el supermercado. Es una loable intención que respeto y admiro, y que seguro que muchos espectadores, después de ver la película, mirarán que un producto sea ecológico antes de comprarlo, aunque quienes tendrían que concienciarse serían los legisladores, para que prohíban por ley esas granjas de cemento y hacinamiento y prohíban también la exportación e importación de productos producidos en esas granjas. “Okja” no es una película que vaya a cambiar nada, o al menos no cambiará mucho, pero aún así se esfuerza en conscienciar al espectador y que sea éste el que intente cambiar las cosas. “Okja” es como las gafas que se encuentra el protagonista de “Están vivos”, muestra al espectador la verdad que hay detrás de la mentira que vive, y deja en manos del espectador, como hacía Morfeo con Neo en “Matrix”, la decisión de seguir viviendo una fantasía o reconocer la realidad y tratar de hacer algo para cambiarla.


También cabe reconocer la alta calidad técnica del film, en cuanto a eso los cincuenta millones de dólares de presupuesto están muy bien invertidos y lucen bien en pantalla. Los efectos especiales, por ejemplo, son espectaculares, están no sólo muy bien definidos sino también muy bien integrados en y con la acción física que se rodó realmente. El personaje de Okja, creado íntegramente por ordenador, no sólo es creíble porque las texturas del efecto digital parecen reales, sino porque los movimientos y acciones de la criatura están integradas a la perfección cuando mantiene contacto físico con personajes humanos y con objetos que rodean al personajes. Igual de impecablemente bien hecho está el doble digital del personaje de Mija, en los planos en los que el personajes corre demasiado peligro como para que el personaje lo haga una doble de acción, que aún así hay momentos, y se pueden percibir cuales son, en los que el personaje de Mija lo interpreta la doble de acción, pero aún así esos momentos están muy bien disimulados.

Las actuaciones son todas muy notables, sobretodo, a mi parecer, las de Tilda Swinton y Jake Gyllenhaal. Paul Dano también nos ofrece una estupenda interpretación. Pero la actriz protagonista, la jovensísima (13 años) Ahn Seo-hyun, brilla por si sola y muestra un trabajo interpretativo impresionante.

En cuanto a la dirección, Bong Joon-ho vuelve a mostrar y a demostrar que es, y porqué es, uno de los mejores directores de cine actualmente en activo. Es cierto que “Okja” no es su mejor película, esta sigue siendo “Memories of murder” (Bong Joon-ho, 2003), seguida por “The host” (Bong Joon-ho, 2006), pero la más reciente propuesta del director surcoreano está a la altura de “Snowpiercer”. Joon-ho muestra en “Okja” que sus dotes de dirección siguen siendo igual de acertadas, brillantes y estudiables.

Mi calificación es: