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lunes, 3 de junio de 2024

CRÍTICA CREPÚSCULO (2008), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Esta propuesta cinematográfica, dirigida por Catherine Hardwicke, no es solo una mala película; es una abominación cinematográfica que desafía la paciencia y el buen gusto de cualquier espectador con una mínima apreciación del arte fílmico. Desde su dirección hasta sus efectos visuales, pasando por el guión, actuación, fotografía, vestuario y maquillaje, esta película es un desastre monumental, una catástrofe fílmica que debería ser estudiada en las academias de cine como ejemplo de lo que jamás se debe hacer.

Catherine Hardwicke parece haber dirigido "Crepúsculo" con los ojos vendados, la boca amordazada con cinta adhesiva y las mano atadas a la espalda. La dirección es tan torpe y desarticulada que uno se pregunta si hubo alguna vez una visión coherente detrás de esta aberración. Las escenas están realizadas de manera tan demencial que es un milagro que ningún espectador en el cine sufriera un latigazo cervical. La atmósfera, que se supone debe ser ominosa y mística, resulta ser solo oscura y deprimente, sin la menor pizca de ingenio o creatividad.

Kristen Stewart y Robert Pattinson ofrecen interpretaciones tan insípidas y sin vida que uno se pregunta si estaban en un concurso para ver quién podía actuar con menos emoción. Stewart, con su perpetua expresión de constipado y su boca que no se cierra ni con cola industrial, parece estar en una constante lucha por recordar sus líneas. Pattinson, por otro lado, parece haber confundido la sobriedad vampírica con la parálisis facial. El resto del elenco no hace mucho para mejorar las cosas, ofreciendo actuaciones que van desde lo mediocre hasta lo abominable pasando por lo criminal.
 

 La guionista Melissa Rosenberg escribió un guión que es tal oda a la mediocridad que parece mentira que sepa escribir la "a" y la "e". La historia es tan predecible y cliché que uno puede anticipar cada "giro argumental" con horas de antelación. Los diálogos son una tortura auditiva, plagados de frases tan cursis y vacías que no harían sentirse identificado ni a un adolescente en pleno auge hormonal. Las conversaciones entre los personajes son tan forzadas y artificiales que parecen haber sido escritas por una calculadora tecleada por un mapache.

El trabajo de fotografía de Elliot Davis es un verdadero desastre, como suele ser habitual en él. La paleta de colores es una pesadilla visual, con un etalonage tan exagerado que uno se pregunta si Davis es daltónico o es que se cree Picasso en su etapa azul.

El vestuario de Wendy Chuck parece haber sido sacado directamente de una tienda de ropa de segunda mano en pleno cierre por quiebra, y habiedo leído el diario de rodaje de la pelicula que escribió y publicó la directora Catherine Hardwicke, fue así. Los trajes de los personajes son tan absurdamente y ridículamente estilizados que verlos es un horror mayor que la guerra del Vietnam.
 

Los responsables del maquillaje parecen haber confundido a los vampiros con figurante de una actuación de la fiesta de Halloween en una feria a las afueras de un pueblo de Kentucky. El maquillaje es tan exagerado y mal aplicado que en lugar de parecer criaturas de la noche, los vampiros parecen más bien actores amateurs en una atracción de miedo de una aldea agraria de interior. La piel pálida y brillante de los vampiros es una monstruosidad que desafía cualquier lógica estética y provoca más risa que miedo.

Los efectos visuales de "Crepúsculo" son un insulto digital. Las secuencias de velocidad y los saltos de los vampiros son tan ridículamente malas que provocan vergüenza ajena. La escena en la que Edward brilla bajo el sol es una ofensa a la decencia visual; más que parecer un ser mágico, parece un adorno navideño de mal gusto.

En el aspecto contextual, "Crepúsculo" es un entramado de pulsiones de deseo que revelan mucho sobre la naturaleza perturbadora de las relaciones sentimentales en la cultura contemporánea. La relación entre Edward Cullen y Bella Swan (¿Cisne Bello? ¿En serio?) no es simplemente una historia de amor juvenil; es una elaborada construcción de deseo reprimido, poder y sumisión, envuelta en un velo de fantasía puritana y peligrosamente idealizada.
 

Edward Cullen, el vampiro eternamente joven, es la encarnación del superyó opresivo, siempre vigilante y controlador. Su atracción hacia Bella es menos una cuestión de amor genuino y más una obsesión patológica. Edward no solo controla los movimientos de Bella, sino que también decide sobre su vida y su seguridad. Este patrón de comportamiento es representativo de una relación abusiva encubierta bajo la fachada del romance protector. El vampirismo aquí no es solo una metáfora de la inmortalidad, sino del control absoluto y la posesión. Bella, en su deseo de ser amada y aceptada, se somete completamente a Edward, renunciando a su autonomía y su identidad en el proceso. La narrativa de la película vende esta sumisión como un acto de amor, cuando en realidad es un sacrificio personal impulsado por el poco amor propio.

Bella es presentada como una figura que carece de autoestima, alguien que no ve ningún valor en sí misma fuera de su relación con Edward. Este es un ejemplo clásico de narcisismo invertido, donde el sujeto se ve a sí mismo como sin valor y solo encuentra significado a través del amor y la aprobación del Otro. La relación con Edward exacerba esta dinámica, ya que Bella se define completamente en términos de su vínculo con él. Su deseo de convertirse en vampiro no es solo un deseo de estar con Edward para siempre, sino también una expresión de su deseo de escapar de su propia insignificancia percibida y alcanzar una forma de existencia que ella cree que le otorgará valor y significado.

La representación de la relación entre Edward y Bella está impregnada de una fantasía puritana que se manifiesta en la idealización de la abstinencia sexual y el sufrimiento como formas superiores de amor. Edward, el vampiro que se niega a morder a Bella, se convierte en un símbolo del deseo reprimido. Su resistencia a consumar la relación física es presentada como una virtud, una muestra de su amor y respeto. Sin embargo, esta abstinencia es, en realidad, una forma de castigo autoimpuesto, un reflejo de una moralidad anticuada que ve el deseo y el sexo como algo inherentemente sucio y pecaminoso. Esta narrativa refuerza la idea de que el verdadero amor debe estar desprovisto de deseo, una visión que es tanto irreal como insostenible.
 

Esta película es una obra maestra de la propaganda del amor tóxico y codependiente. Es como si Jane Austen hubiera tomado un montón de esteroides y se hubiera convertido en una gótica reprimida. La relación entre Edward y Bella es tan saludable como beber lejía para curar un resfriado. Edward, con su brillo diamantino y su comportamiento de acosador de manual, es el epítome del novio controlador que todos los padres temen. Bella, con su mirada de cervatillo perdido y su capacidad de tomar malas decisiones, es la princesa Disney que decidió que el secuestrador es, en realidad, su verdadero amor.

La película vende la idea de que el amor verdadero significa renunciar a tu vida, a tus amigos y a tu familia, y entregarte completamente a una relación que te deja sin identidad ni autonomía. Es como un manual de instrucciones para una relación abusiva, disfrazado de romance juvenil. Y todo esto envuelto en una estética visual que es tan deprimente y gris que hace que el gótico victoriano parezca una película de Pedro Almodóvar.

En conclusión, "Crepúsculo" es una mancha indeleble en la historia del cine, un testimonio de lo mal que pueden salir las cosas cuando una fantasía de romance idealizado se encuentra con una psicología de deseo reprimido y relaciones tan tóxicas como esta película. Si la intención era crear una experiencia dolorosa y exasperante, entonces Hardwicke y su equipo lo lograron con creces. Es, sin duda, una obra fílmica que debe ser evitada a toda costa, tanto por la mierda de su forma como por la basura de su contenido.

Mi calificación es: