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martes, 11 de junio de 2019

CRÍTICA NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS (2011), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

CRÍTICA CON SPOILERS 

“No habrá paz para los malvados” es una película española dirigida por Enrique Urbizu que, tal como se vendió a través de los trailers y demás elementos promocionales, se pretendía pasar como una propuesta enmarcada dentro de la seriedad del thriller policíaco, como posteriormente hicieron otras películas españolas como “Grupo 7” (Alberto Rodríguez, 2012) o “El niño” (Daniel Monzón, 2014). 

Pero claro, después de ver “No habrá paz para los malvados” la sensación que uno tiene es que esta película no es seria, al contrario, uno tiene la sensación que lo que ve es un puto cachondeo. A mitad de la película ya te tronchas de risa. Uno ve la película y no se puede tomar en serio semejante despropósito. Esta película es una puta broma, pero no una broma intencionada, al contrario, es una broma no intencionada, y eso es lo más triste. 

“No habrá paz para los malvados” empieza presentando a su protagonista, Santos Trinidad, inspector de policía alcohólico, con barriga cervecera, barba sin afeitar, bigote espeso, pelo sin peinar, borde, racista, violento, que va de club de alterne a club de alterne y tiro porque me toca, y que se toma la justicia por su mano. Aquí ya tenemos el primer problema, y es que éste dibujo de personaje es demasiado exagerado para que sea serio, es un protagonista para una película cómica y no para una película seria. Porque, de hecho, éste dibujo del protagonista es exactamente el mismo que usó Santiago Segura para construir su José Luis Torrente. En “No habrá paz para los malvados” el protagonista es José Luis Torrente, el mismo personaje sólo que interpretado por otro actor. Si la película es seria, el protagonista debe tener una construcción seria y no cómica. Las películas de James Bond, sobretodo las cuatro últimas, no funcionarían si el protagonista estuviera construido con el mismo dibujo con el que se construye a Austin Powers. 

La película comienza con Santos Trinidad emborrachándose a base de cubatas en un bar cutre de esos de calle, en los que se sirve más cerveza que café, en los que hay una máquina expendedora de tabaco y una máquina tragaperras. Al tío lo echan porque es hora de cerrar, pero como aún le apetece seguir bebiendo entra en un puticlub pero también está cerrado. Como todo buen policía español que se precie, Santos hace un claro abuso de su autoridad mostrando su placa y exigiendo que le pongan un cubata aunque esté cerrado. El portero y la camarera no las tienen todas consigo, pero el dueño del puticlub, para no tener problemas con el policía, acepta que se quede en el local y además le invita amablemente a dos consumiciones, cosa que, por algún motivo, encabrona a Santos, que saca la pistola y se carga a tiros al dueño del local, al portero y a la camarera. 


Éste hecho es el que desencadena la historia que se va desarrollando durante el resto de la película, pero el espectador es incapaz de entender porqué sucede lo que ocurre en esa escena. Hay muchísimos escenarios posibles en los que sería entendible que el protagonista reaccionara cometiendo un triple asesinato, pero que acaten sus caprichosas demandas y le inviten a un par de cubatas no es un motivo razonable que justifique esa reacción. 

Santos descubre que hay un testigo que presenció cómo mataba sin ningún motivo a los empleados del club de alterne. Tratando de encontrar a dicho testigo, el protagonista investigará a las víctimas para averiguar qué tramaban con el testigo. Investigando a las personas que conocen a las personas que conocen a las personas que conocieron a las víctimas llegará a descubrir un grupo terrorista yihadista que trama un atentado terrorista. A eso se le llama jugar al juego de la oca. 

En una trama secundaria tenemos a la juez Chacón, que investiga el caso del triple asesinato. Lo investiga pero por la puta cara, porque no entra en sus competencias sino en las del investigador, pero a ella le da igual, ella se autoadjudica el caso y se autoadjudica el cargo de investigadora del caso. ¡Ole tu coño! ¡Di que sí, nena! La mujer llega al escenario del crimen y pregunta al inspector encargado del caso que qué es eso. Pues una fiesta de cumpleaños, si le parece. ¿Para qué cojones creen que la llaman? No se entiende qué cojones tiene que hacer una juez en el escenario del crimen, aparte de estorbar, y encima pretendiendo hacer el trabajo del inspector, como si fuera una experta en investigación criminal, cuando su trabajo está en los juzgados. 

El guión de la película es absurdo a más no poder, es un sinsentido. El director Enrique Urbizu realizó esta película con pretensiones de hacer un “Training day” (Antoine Fuqua, 2001), y lo que le salió fue un “Boredom Day”. En un momento dado de la película el protagonista, interpretado por José Coronado, dice: “Empieza el Rock & Roll”. Bueno, ahí el espectador deduce que al decir eso el policía corrupto es que entonces empezará la acción y habrá un tiroteo, o una pelea o una discusión, algo de acción. Pero no, el Rock & Roll de Enrique Urbizu es José Coronado jugando a la oca, siguiendo de persona a persona y tiro porque me toca. Así durante media película y con veinte o treinta cubatas de por medio. En la película sólo hay dos escenas de acción, la del principio y la del final, el resto es una investigación que se va por los cerros de Úbeda y que se desarrolla de manera tan entretenida como una misa dominical oficiada por un administrativo de hacienda. 


La trama secundaria de la investigación policial sobre el triple asesinato no tiene sentido. Al enterarse de que las víctimas estaban relacionadas con el tráfico de drogas, la juez deja de lado los asesinatos para investigar los chanchullos de los conocidos de las víctimas, que es otro caso que ya están investigando otros. ¿Pero no tiene que investigar los asesinatos? ¿Por qué cojones la juez se tiene que meter en asuntos que ya están investigando otros? Su trabajo, bueno, el trabajo que ha usurpado al investigador, es investigar los asesinatos. 

Al final, esta historia de investigación policial que mezcla ilógicamente tráfico de drogas con terrorismo yihadista se vuelve tan farragosa y confusa que termina por aburrir al espectador. La falta de claridad argumental sólo consigue que el espectador desconecte de la historia y vaya viendo pasar las escenas sin enterarse absolutamente de nada. 

Los personajes son totalmente incomprensibles, pero literalmente. Y la forma en que Urbizu plantea los personajes tampoco tiene sentido. Por ejemplo, la juez Chacón. La primera vez que Urbizu nos presenta a la juez Chacón esta está dentro de su coche poniéndose en los ojos gotas de colirio (esa tía se pasa media película poniéndose gotas de colirio sin ningún motivo aparente, y la película no entra a explicar porqué se pone esas gotas y qué relevancia tiene en la historia para que merezca mostrarlo). La juez conduce un coche familiar, y oímos de ambiente el sonido de unos niños riendo y caminando. Entonces el espectador entiende que la juez ha ido al colegio a recoger a sus hijos, es lo que el director da a entender al espectador. Pero no, resulta que está en un atasco ¿Entonces a que cojones viene lo del sonido ambiente de los niños y el coche familiar? 

En una película, cuando se muestra algo, sea visual o sonoro, debe ser por un motivo, todo debe ser por un motivo. Si algo sale en una película debe ser por un motivo, y si no hay motivo para que salga entonces no debe salir, y en “No habrá paz para los malvados” todo el rato se muestran cosas que no tienen relación con las tramas que se desarrollan ni con los personajes. Por ejemplo, durante tres cuartas partes de la película Urbizu insiste machaconamente al espectador con incontables insertos del noticiario de Telecinco sobre la cumbre del G-20. Viendo la película el espectador oye hablar cada tres minutos de la cumbre del G-20. Entonces, en el desenlace de la película, se descubre la trama terrorista, y entonces el espectador entiende que se provocará el atentado en la cumbre del G-20. PUES NO. Al final el atentado es en un centro comercial. Vamos a ver. ¿Si el atentado se produce finalmente en un centro comercial, porqué el director se pasa diez minutos de película comentando lo de la cumbre del G-20? ¿Con qué objeto? ¿Pero de qué va? 


Todos los personajes son unos maleducados. En todas y cada una de las conversaciones o interrogatorios que los personajes tienen entre ellos, por lo menos uno interrumpe para hablar por teléfono con su pareja, su hija o su compañero. Eso ya es de mala educación, pero que lo haga un juez o un inspector durante un interrogatorio o una consulta oficial… vamos, es de traca. 

Volvemos con la juez Chacón, que, por cierto, en las escenas del crimen pasa de cubrirse los zapatos, qué más da que contamine las escenas del crimen y así invalide automáticamente todas las pruebas recogidas allí. Todas las personas a las que interroga o pregunta por la investigación del tráfico de drogas le mienten descaradamente pero de una forma absolutamente evidente. De hecho, un investigador o un comisario de algo al que la juez pregunta, el investigador se le ríe en la puta cara directamente, sin esconderse ni nada. Pero vamos a ver ¿Cómo no se van a burlar de ella si va por ahí preguntando información confidencial de una investigación que ni es de su competencia ni de su departamento? ¿No estaba investigando los asesinatos? Que se ocupe de los asesinatos, que tampoco debería hacerlo porque no es su trabajo 

Todos los personajes están mal construidos. Algunos van y desaparecen, otros vuelven y después vuelven a salir… Todo el guión es un caos narrativo, tanto por la historia como por los personajes. No se entiende que un policía con un historial como el de Santos Trinidad, que es alcohólico, que se toma un cubata cada tres minutos, extremadamente violento, va al trabajo vestido como si fuera un mendigo, se medica con tranquilizantes para elefantes en la comisaria a la vista de todo el mundo (eso cuando va a trabajar), y mató en acto de servicio a dos personas, una de ellas policía, no se entiende que un policía así no lo hayan destituido, o directamente lo hayan puesto en antidisturbios, que es donde acaban todos los matones psicópatas sedientos de sangre. 

Casi todos los actores lo hacen fatal, actuando con una desgana evidente y descomunal, sin ritmo o sin emoción al hablar. Se oye a los actores hablar, y es como si hablaran unos autómatas que no tuvieran alma y fueran zombies. José Coronado lo hace mínimamente bien, pero su interpretación no deja de ser normalita. El que actúa extraordinariamente bien es Eduard Farelo, que, aunque aparece sólo un par de minutos, se esfuerza tanto en su interpretación, lo hace tan bién, que es el mejor del reparto. 

La fotografía es más bien insatisfactoria. El director de fotografía, Unax Mendía, utiliza el formato panorámico como si estuviera haciendo unas fotos familiares a sus hijos durante una excursión de fin de semana. 

En conclusión. “No habrá paz los malvados” hace que sus 3,5 millones de euros de presupuesto se hayan malgastado en una patética y pretensiosa decepción fílmica del género policíaco. No se entiende a cuenta de qué tamaña basura cinematográfica fue nominada a 14 premios Goya (los Oscar del cine español), ganando 6 de ellos, incluyendo los de mejor película, mejor director, mejor guión y mejor montaje. Esta propuesta de Enrique Urbizu está mal dirigida, mal escrita y mal montada, y su tesitura claramente racista le resta aun más puntos. Desde luego la película se va tan ricamente a la papelera de mi escritorio, y espero que Urbizu siga dirigiendo películas sólo por evitar el riesgo de que se ponga a dirigir el tráfico y provoque desastres mayores.

Mi calificación es: