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lunes, 9 de febrero de 2015

CRÍTICA THE IMITATION GAME (2014), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

“The imitation game” comparte muchos paralelismos con “The fifth state”. Ambas películas no sólo están protagonizadas por Benedict Cumberbatch, además son “biobics” de personajes que, a pesar de haber actuado en beneficio de la humanidad, han sido injustamente maltratados por los poderes políticos y… por el cine.

Porque lo que más tienen en común “The imitation game” y “The fifth state” es su intolerable propósito de tergiversar los hechos históricos con la intención de aumentar la carga dramática, consiguiendo todo lo contrario para resultar finalmente en un insulto y una inexcusable ofensa a los personajes reales en los que se basan y, lo que es peor, ser recordadas como infumables e insulsos residuos fílmicos, tan petulantes y pretensiosos en su presentación como faltos de rigurosidad histórica y coherencia narrativa en su desarrollo.

Es verdaderamente decepcionante que el director de la excelente “Headhunters”, el noruego Morten Tyldum, no muestre ningún interés, ni haber hecho esfuerzo alguno, en dotar a éste producto calificado generosamente de película con un mínimo de atractivo visual que compense un guión terriblemente desastroso.

Porque el guión de esta the imitation serious movie, escrito por el poco experimentado Graham Moore, es poco menos que repulsivo. Si yo fuera guionista profesional me daría vergüenza escribir semejante montón de basura, sobretodo basándome en la vida de un personaje histórico real y en su biografía oficial.

Es aceptable que en la película Alan Turing llame a la máquina diseñada para descifrar Enigma como Christopher, su amor de adolescencia, pese a que en la vida real la máquina era referida como La Bomba y no la inventó Turing (fue inventada por criptógrafos polacos), sino que sólo la mejoró y la perfeccionó. Lo que es inaceptable es que Graham Moore, con total desvergüenza y sin ningún sentido de la ética y la moral, coja la biografía oficial de Turing y la haga servir de papel higiénico, inventándose con total soltura hechos que jamás ocurrieron y alterando la personalidad de personajes reales.


Alan Turing no era ningún déspota incapaz de sentir empatía y relacionarse con sus compañeros, no era un amargado sin sentido del humor, nunca tuvo una relación más allá de la amistad con su prometida Joan Clark, nunca escribió ninguna carta a Churchill ni despidió a ningún compañero. En la vida real Turing era muy sociable y cercano, hacía bromas continuamente con sus compañeros, su relación con Joan Clark jamás tuvo cariz romántico, el tratamiento hormonal al que fue obligadamente sometido no le hizo perder facultades cognitivas, él no tenía Síndrome de Asperger ni era autista como falsamente se da a entender en el film, y la carta que se escribió a Churchill, redactada para pedirle más fondos y no para poner al mando a nadie, la enviaron cuatro de los compañeros de Turing, y uno de los firmantes era Hugh Alexander, que en la película es notablemente interpretado por Matthew Goode y califica el comportamiento de Turing como inhumano por un hecho que jamás ocurrió. No sólo eso sino qué, a diferencia del film, Hugh Alexander nunca fue el superior de Turing, e incluso pasarían años antes de que ambos trabajaran juntos. En el film también se menciona que Turing no sabía alemán, cuando no sólo lo hablaba perfectamente, sino que incluso viajó a Alemania antes y después de la guerra. El comandante Denniston, interpretado notablemente bien en el film por Charles Dance, no era ningún borde irracional. Y aunque es cierto que Christopher Morcom, el amor de adolescencia de Turing, murió de tuberculosis, no es cierto que ambos pasaban el tiempo descifrando criptogramas ni pasándose notitas en clase (de hecho Turing haría eso con otro compañero después de la muerte de Christopher), y tampoco es cierto que negara sus sentimientos ante el director de la escuela, de hecho Turing mantuvo correspondencia durante años con la madre de Christopher y se fueron juntos de vacaciones.

Ninguna de estas injustificables licencias es tan flagrante como poner en el equipo de criptógrafos de Turing a un espía doble soviético cuando eso nunca pasó, y que ese espía encima sea John Cairncross, que en la vida real sí era un doble espía soviético, pero ni era criptógrafo ni nunca trabajó con Turing ni mucho menos llegó a conocerle, y no fue descubierto como espía por los servicios secretos (que en esa época tenía como nombre SIS y no MI6, otro grave error histórico del film) hasta 1.951, y en el caso de que en la vida real hubiera conocido a Turing y trabajado con él, algo que nunca ocurrió, es poco creíble que llegase a chantajear a Turing con revelar su homosexualidad puesto que Cairncross también era homosexual.

Además, aunque Cairncross era un espía patoso, nunca cometió la soberana estupidez de llevarse a su lugar de trabajo una prueba que podía descubrirle como agente doble. En cuanto a Donald Maclean y Guy Burgess, es cierto que fueron descubiertos como agentes dobles al servicio de la Unión Soviética (de hecho, al igual que John Cairncross, eran miembros del Círculo de Cambridge, un grupo secreto formado por cinco espías reclutados por agentes durmiente de la NKVD en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Para más información o mayor interés por el tema recomiendo ver la célebre miniserie “Cambridge spies”, de visionado ineludible y en la que, casualmente, también ha actuado Benedict Cumberbatch), pero esa información se mantuvo oculta en informes de alto secreto que no fueron desclasificados y expuestos públicamente hasta después del fin de la Guerra Fría, así que el policía que en la película investiga a Turing por ser presuntamente un espía no podía saber de ningún modo, no sólo que Burgess y Maclean eran agentes dobles, sino que ni siquiera podía saber que existían.


El despropósito no termina aquí. En una escena, después de descifrar enigma, Turing y sus compañeros deciden permitir que se produzca un ataque nazi, a pesar de que pueden impedirlo, y en el que morirá el hermano de uno de ellos y quinientas personas más. El guionista se sacó de la manga esa escena, totalmente inventada y que jamás ocurrió (el personaje que en la película tiene un hermano en la vida real no tenía hermanos, y Turing y su equipo nunca tomaron decisión alguna sobre los mensajes cifrados puesto que esa función se reservaba a la SIS), para describir a los personajes como unos psicópatas despiadados de sangre fría incapaces de sentir. Parece como si Graham Morre hubiera escrito el guión haciendo todo lo posible para que el espectador no pudiera empatizar con los personajes protagonistas, haciendo que dichos personajes se comporten muchas veces como auténticos cretinos.

Si la intención de Graham Moore era conseguir que Turing volviera a ser injustamente y cobardemente ultrajado, desde luego lo ha conseguido, pero el mérito no es sólo suyo. Las notables interpretaciones de Matthew Goode, Keira Knightley, Charles Dance y Mark Strong no compensan el horror de ver a un Benedict Cumberbatch sobreactuando de forma tan exagerada y ridícula que, en vez de dramática como debería ser, su interpretación acaba resultando casi tan cómica como la actuación de Ben Stiller como Jack El Simple en “Tropic Thunder”.

El montaje no sólo no intenta reparar los errores del guión, sino que incluso los agrava. Escenas totalmente ridículas y fuera de lugar se mantienen con insistente duración a desesperación del espectador, encadenados alternos burdos y sin ninguna gracia, tramas mal desarrolladas y con tan poca fuerza e interés que directamente deberían haberse eliminado.

Es verdaderamente lamentable que “The imitation game”, al igual que “Whiplash”, haya obtenido numerosas nominaciones a los Oscar cuando no merece casi ninguna de ellas. Ni mejor película, ni mejor director, ni mejor actor, ni mejor guión adaptado (¿en serio?), ni mejor montaje. Horrorosa película que, no sólo no volveré a ver, sino que nadie debería ver. El arriba firmante es un gran aficionado a la historia, por lo que no se ha dejado engañar por el film, pero un espectador despistado que no sabe de estos hechos puede aceptar como verdadera la explicación del film cuando es mayormente falsa, pero no por ignorancia sino por malicia. La intención de Graham Moore y, de la película en general, es engañar al espectador para que no sepa la verdad de los hechos que realmente ocurrieron y se crea que en verdad ocurrió lo que a Graham Moore le ha dado la gana que crea el espectador.

“The imitation game” se va tan ricamente a la papelera de mi escritorio, y espero que el próximo trabajo de Graham Moore sea como redactor de discursos de políticos, puesto que si sólo es capaz de mentir y engañar a la gente que lo haga dónde la gente acepta que lo hagan.

Mi calificación es: