Sinopsis: Luis, profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alícia, una niña de 12 años enferma de leucemia: tener un vestido oficial de la serie anime “Magical Girl Yukiko”. El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara, una atractiva joven casada que sufre trastornos mentales, a su vez relacionada con Damián, un profesor retirado con un tormentoso pasado.
En su segunda película Carlos Vermut ofrece al espectador un paseo por la inestabilidad y emocionalidad de la psique humana, mostrando lo miserables que podemos llegar a ser las personas, sobre todo cuando actuamos por amor, que es cuando nos volvemos más egoístas, y las consecuencias de nuestros actos terminan por ser irreparablemente destructivas.
Al igual que en su ópera prima, la destacable aunque insuficiente “Diamond Flash”, Vermut consigue en “Magical Girl” una capacidad expresiva considerable, en parte sacada y aprovechada de su trabajo en el mundo del comic. Decía Vermut en una entrevista que muchas veces se cuenta una historia a priori sencilla pero de la manera en que se cuenta se puede convertir en la cosa más emocionante del mundo, y muchas veces la historia más alucinante, más espectacular o más intensa se cuenta de tal manera que resulta un coñazo. No hay ejemplo más acertado para ésta justa afirmación que la comparativa entre “Magical Girl” y “Jupiter Ascending” (o, como a mí me gusta titularla, “Wachowski Descending”).
Tanto el film de Vermut como el absurdo desmadre de los Wachowski se sirven indiscretamente del anime. Mientras que “Jupiter Ascending” es una muy poco disimulada adaptación de “Sailor Moon” (a la que Vermut hace referencia en su película con un detalle tan sutil que se vuelve descarado), “Magical Girl” se inspira en el anime para presentar una puesta en escena mucho más atractiva, expresionista y potente.
No es la única mejora de Vermut respecto a su anterior film. La narrativa se resuelve mucho más fluida y llevadera, menos pesada y lenta. Se sigue evidenciando en el resultado la inspiración del cine de Hirokazu Kore-eda que, en éste caso, Vermut consigue moderar, evitando de ese modo afectar a la narrativa y repetir el principal defecto de “Diamond Flash”.
Es imposible, además, obviar otras referencias que ha tomado Vermut al construir “Magical Girl”, de “Saló o los 120 días de Sodoma” a los estudios freudianos sobre el psicoanálisis en las mujeres. Entre medio incluso encuentra espacio para hacer una observación crítica a la realidad socioeconómica en España, no de forma muy insistente, hecho acertado debo añadir, pues evita entorpecer el relato.
La grandísima mejora que ha mostrado Vermut no es comparable a las estupendas e increíbles actuaciones de Luis Bermejo, Bárbara Lennie y, sobretodo, José Sacristán, cuya impresionante interpretación queda grabada en la memoria del espectador.
“Magical Girl” resulta, no sólo de visionado ineludible, pues nos encontramos con una de las mejores películas del pasado año, sino también digno de profundo análisis. En los primeros visionados apenas se vislumbra las primeras capas de complejidad de ésta magnífica propuesta. Del mismo modo que “Así habló Zaratustra” no se puede leer del mismo modo en que se lee Harry Potter, “Magical Girl” no se puede ver del mismo modo en que se ve “Whiplash” (si es que alguien con buen gusto puede disfrutar del visionado de semejante cosa). La mejor manera de disfrutar “Magical Girl” es entrando en el juego que propone Vermut, y ahí radica el único defecto del film, si es que se le puede achacar, el hecho de que no todos los espectadores están preparados para ese juego.
Mi calificación es: