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miércoles, 15 de julio de 2020

CRÍTICA FÈNIX 11-23 (2012), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

El término kafkiano se usa para definir situaciones opresivas y angustiosas pero a la vez tan absurdas, ilógicas y sinsentido que parecen inverosímiles, increíbles e imposibles. El término viene del escritor Franz Kafka, que planteaba en sus narraciones escritas dichas situaciones, sobretodo en una de sus obras más conocidas, “El proceso”, en la cual un sujeto rándom es sometido a un proceso judicial como acusado de unos cargos que ninguno de los implicados en la instrucción parecen conocer. 

“Fènix 11-23” parece una versión actualizada 2.0 del libro de Kafka, pero es peor, porque esta película catalana no se basa en una obra literaria de ficción sino que narra unos hechos verídicos ocurridos en 2004, cuando Èric Bertran, un adolescente de 14 años de Lloret de Mar, fue acusado e investigado por terrorismo por el simple hecho de enviar un mensaje por correo electrónico a una cadena de supermercados para solicitarle que etiquetaran sus productos en catalán. La respuesta no se hizo esperar, pero no recíprocamente por correo electrónico, sino a modo de denuncia. Treinta agentes de la brigada antiterrorista de la Guardia Civil vinieron expresamente de Madrid para registrar la casa de Èric y acusarle de terrorista. 

Todo comienza cuando Èric crea una página web, l'Exèrcit del Fènix, para defender el catalán y protestar por los que quieren reprimir su lengua. El nombre de la página web viene por el quinto libro de Harry Potter. El seudónimo de Èric en la web da título a la película, Fènix 11-23. 11 por el 11 de septiembre de 1714, cuando Barcelona cae sitiada por las fuerzas borbónicas de Felipe V, y 23 por 23 de abril, día de Sant Jordi, patrón de Catalunya. 


Èric, al comprobar que se etiquetan todos los productos en todos los idiomas del mundo mundial excepto en catalán, se le ocurre enviar un mensaje por correo electrónico a una cadena de supermercados para pedirles que etiqueten sus productos en catalán. Los directivos de la cadena de supermercados, en vez de tomarse el mensaje como lo que es, una petición legítima y razonable, se toman el mensaje como una amenaza de terrorismo independentista. La empresa interpone una denuncia a la policía y la brigada antiterrorista investiga el mensaje que, aun siendo evidente, por la narrativa del mismo, que lo ha escrito un chaval, los investigadores no se percatan de ello. 

La policía descubre que la dirección de correo electrónico desde donde se ha enviado el mensaje pertenece a Èric Bertran, un adolescente de 14 años de Lloret de Mar. Convencido de que ese chico es un terrorista en potencia, el investigador del caso, el Capitán Cardeñosa de la Guardia Civil, habla con una fiscal de menores de la Audiencia Nacional, Clara, para que se haga cargo del caso y tramite una orden de registro. 

Treinta agentes de la brigada antiterrorista de la Guardia Civil vienen directamente de Madrid a Lloret de Mar para registrar la casa de Èric, y aunque sólo tienen orden de registro y no de incautación se llevan, no sólo el ordenador de Èric, sino también el ordenador de su hermano, que ve venir que sus profesores de la universidad no le creerán cuando les diga que sus deberes se los ha llevado la brigada antiterrorista de la Guardia Civil. 

Al día siguiente Èric viene con su abogado y sus padres a declarar en una diligencia de la Guardia Civil. Allí el investigador del caso, el Capitán Cardeñosa, informa a Èric que ha sido acusado de terrorismo y que se ha abierto una investigación acusatoria contra él. 


A partir de ahí la vida de la familia Bertran se hace muy difícil. La madre, Rosa Mari, ve como su familia es víctima de los rumores maliciosos de los vecinos. El padre, Ferran, es despedido de su trabajo por la acusación que se cierne sobre su hijo. Y Èric recibe palizas de los matones fachas del instituto por ser un frikie del independentismo catalán. 

Al ver que el caso se agrava muchísimo, ya que se pide hasta ocho años de internamiento para Èric, y que los Bertran están solos, Rosa Mari hace todo lo posible para ganar esta batalla, que deja de ser un problema legal para convertirse en un conflicto político. Èric y su madre salen en los periódicos y en la televisión explicando la verdad del caso. 

Llega el día de la declaración ante la fiscal, por lo que la familia Bertran se traslada hasta la Fiscalía de Menores en la Audiencia Nacional de Madrid. La fiscal acusa al chico de terrorista con supuestas pruebas que simplemente no demuestran absolutamente nada, y basándose en contextos legales y constitucionales totalmente falsos e inventados. No sólo eso, sino que, ilegal y delictivamente, coacciona y amenaza al chico con violencia verbal para que se declare culpable de terrorismo, y le amenaza con la cárcel si no dice que se siente español. 

Resulta casi proverbial que el protagonista de esta historia tomara prestado, para el nombre de su página web, el título del libro en el que Harry Potter es sometido a un juicio tramposo y después recurre a un medio de comunicación para explicar la verdad. Sin quererlo, Èric vive la misma pesadilla kafkiana que sufre el protagonista del libro que lee. 


Rodada mayormente en catalán y parte en castellano con un presupuesto de 2,3 millones de euros, "Fénix 11-23" está dirigida por Joel Joan ("Plats bruts") y Sergi Lara (director televisivo de series como "El cor de la ciutat" o "La Riera"), que enfocan esta increíble historia de manera acertada. Estos hechos podrían haber caído fácilmente en un telefilme de sobremesa sobre batallas legales que ponen de vez en cuando en Antena 3 los sábados y domingos por la tarde. 

Sin embargo, Joel Joan y Sergi Lara supieron dirigir la narración de manera que no fuera superflua, ni tampoco excesivamente maniqueista. Puede parecer que en el film los buenos son muy buenos y los malos muy malos, pero en realidad la película es muy objetiva con respecto a los hechos ocurridos. De hecho, los responsables de “Fènix 11-23” incluso tuvieron que obviar o suavizar algunos de los hechos porqué, pese a ser reales, eran tan heavys que el espectador no se lo hubiera creído y hubiera pensado que era una exageración o pura invención. Un ejemplo es el interrogatorio al que la fiscal somete a Èric, y pese a que en la película no dura más de cinco minutos en la vida real el interrogatorio duró cuatro horas y media, la fiscal estuvo cuatro horas y media intimidando y amenazando a un chaval de catorce años. Uno de esos casos en el que la realidad supera la ficción, incluso aunque la ficción ya resulta difícil de creer. Tan kafkiana fue la situación que, de haber sido condenado (y no fue por falta de ganas de la fiscal), se habría convertido en el primer preso político en España tras el franquismo un chaval de 14 años.

Los hechos dramáticos resultan cercanos y humanos no sólo por ser reales (por increíble que parezca), también por estar mostrados con efectividad y sin pretensiocidad. Eso se consigue con un notable guión cuyo desarrollo narrativo recuerda a propuestas como “Acción civil” (Steven Zaillian, 1998) o “En el nombre del padre” (Jim Sheridan, 1993). Y, a pesar de la prudencia mostrada narrativa y visualmente, “Fènix 11-23” se convierte en algo más que una propuesta meramente correcta, porque no muestra sólo la batalla legal de una familia normal contra un procedimiento judicial absurdo, sino que pone de relieve un problema social de prejuicios lingüísticos y culturales. 


“Fènix 11-23”, sin salirse de la autenticidad de los hechos mostrados, es una película comprometida y militante. Los directores no muestran miedo en denunciar una escandalosa injusticia, y eso no convierte esta propuesta en propaganda independentista o en un panfleto nacionalista, como criticaron algunos en el momento de su estreno. 

Los actores están todos geniales. No sólo los veteranos Rosa Gàmiz, Àlex Casanovas, Roberto Álamo ("La piel que habito", “Que Dios nos perdone”), Ana Wagener ("Los amantes pasajeros", “El reino"), Lluís Villanueva, Pepo Blasco, Pep Tosar y Àngels Poch, sino también los actores jóvenes: Mireia Vilapuig, Adrià Garcia, Pau Poch y la gran revelación de la película, Nil Cardoner (“Polònia”), que interpreta Èric, y recae sobre él el mayor peso interpretativo de "Fénix 11-23". La excelente y maravillosa interpretación de Nil Cardoner da fuerza y sensibilidad al personaje protagonista, algo esencial en éste film, porque toda la historia gira en torno a las ideas que Èric defiende con integridad y determinación, y Cardoner muestra magníficamente estos aspectos del personaje. 

La combinación del trabajo de dirección, guión y actuación consigue sostener una propuesta que ofrece una historia que no es sólo un thriller político sino también un drama de juicios, una odisea de David contra Goliath, un enfrentamiento del individuo contra el sistema. Incluso hay espacio para una subtrama romántica, y todos estos elementos se conjugan perfectamente. Tampoco cabe desmerecer el trabajo de fotografía, montaje y producción en la película, que luce muy bien. 

"Fénix 11-23" fue nominada a siete premios Gaudí del cine catalán; mejor película en lengua catalana, mejor director por Joel Joan y Sergi Lara, dos nominaciones a mejor actor protagonista para Nil Cardoner y Àlex Casanovas, mejor actriz secundaria para Ana Wagener, mejor actor secundario para Lluís Villanueva, y mejor dirección de producción.

Mi calificación es: