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viernes, 9 de agosto de 2024

CRÍTICA 42 SEGUNDOS (2022), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

 

 

Este drama deportivo, contextualizado en las Olimpiadas de Barcelona 92, está dirigido por Àlex Murrull (siendo esta su opera prima) y Dani de la Orden, este último director de 9 películas (sí, lo he dicho bien, 9, no 11) más dos largos anuncios de Estrella Damm y videoclips de Joan Dausà.

Esta propuesta se presta a una observación crítica de unos aspectos positivos y negativos equilibrados... lo cual es negativo. "42 segundos" es una película que se queda a medio gas, lo cual es lo peor que le puede ocurrir a una producción fílmica, pues la acerca a la irrelevancia y al olvido. ¿Es este film una obra mediocre, mala, olvidable, rescatable o de aprobado justito? Analizemos.

Empecemos por los aspectos positivos. Los actores, todos, lo hacen muy bien. Resulta visible el compromiso interpretativo de Álvaro Cervantes ("1898. Los últimos de Filipinas", "Ermessenda"), Jaime Lorente y el resto de actores que interpretan a los jugadores de la selección de waterpolo. También lo hacen muy bien Roger Casamajor, Artur Busquets y Danel Aser. Pero quienes destacan son, sobretodo, Òscar Muñoz ("13 dies d'octubre", "Frederica Montseny, la dona que parla") y Tarik Filipovic. La elección de casting, en general, es muy acertada.

El apartado musical y de fotografía resulta igualmente relevante y bastante bien realizado. Tampoco cabe olvidar el excelente trabajo de recreación histórica. La decoración y el vestuario evocan de manera muy realista la primera mitad de la década de los 90 del siglo pasado. Y los personajes están muy bien caracterizados.

Es resaltable, así mismo, la edición de sonido y los efectos visuales. Tanto técnicamente como a nivel de producción está muy bien aprovechado el presupuesto. Así que, respecto a eso, ninguna queja, al contrario, mis felicitaciones a todos los actores y a todo el equipo técnico.

Ahora bien, como en el waterpolo, la técnica no lo es todo en una película, también son importantes otros aspectos en los que la película falla, y que los analizo en esta crítica. Principalmente son tres: la dirección, el guión y el montaje.

De Àlex Murrull no he visto nada previo de él, al ser este su primer largometraje, por tanto no puedo evaluar cuál su capacidad y estilo de dirección individualmente al haber dirigido a cuatro manos con Dani de la Orden, que tampoco sé muy bien a propósito de qué le necesitaba para dirigir "42 segundos". Respecto a De la Orden, le conocí hace ocho años, la única vez que he coincidido con él (no he tenido ningún interés en hacerlo más veces, y creo que el interés es recíproco), en una MasterClass que dio en Plató de Cinema. Artísticamente lo tengo en la misma consideración que Damien Chazelle (Dani, si lees esto, no te flipes, no es un alago). Teniendo en cuento lo que previamente he visto de él, no puedo concluir cuál ha sido su intervención como director en "42 segundos". No sé cómo se lo montaron Murrull y De la Orden, no sé si uno se encargó de la dirección de actores y el otro de la planificación visual, no sé si uno hizo la parte de Andorra y el otro la de Barcelona, de modo que colegiaré en ambos cada decisión que analice de la dirección, y también del guión y el montaje, pues son aspectos muy relacionados los cuales dependen mucho de la visión artística del director o los directores.

Un asunto muy importante es qué han querido contar los directores y cómo lo han querido contar. No sé si no tenían una idea fija de lo que querían contar o si cada uno quería contar una cosa distinta, pero argumentalmente la película parece quedarse en tierra de nadie, y no es un buen lugar para quedarse, ni en la guerra ni en el cine.

Hay dos aspectos argumentales en el film, por un lado las olimpiadas de Barcelona 92 y por otro la relación entre los personajes de Álvaro Cervantes y Jaime Lorente, y no son dos aspectos que parezcan cohesionados o combinados sino que da la sensación que cada uno intenta comerse al otro sin conseguirlo ninguno de los dos.


Los dos protagonistas, que no dejan de ser personajes clichés (lo cual, de por sí, no es malo), representan dos maneras de enfrentar la competitividad en un deporte. Cervantes es riguroso, un líder nato en busca de redención, y Jaime Lorente alguien cuyo talento queda limitado por sus problemas de evasión. Uno es el seny y el otro la rauxa. Son como los personajes de Daniel Brülh y Chris Hemsworth en "Rush" (Ron Howard, 2013). Parece que la película quiere centrarse en la relación conflictiva entre los dos protagonistas y cómo va evolucionando hasta que terminan compenetrándose mutuamente, y está muy bien tirar de este hilo, pero no es lo que se quiere ver en un drama deportivo, y el deporte no es un contexto en el que se quiera ver una trama así. La diferencia con "Rush" es que, en la película de Howard, Niki Lauda y James Hunt no forman parte de un equipo, son rivales, y la historia no se pretende llevarse a una compenetración mutua porque no puede haberla ni hay necesidad de que la haya. La historia de los dos protagonistas de "42 segundos" encajaría mejor en budy movie policíaca.

También está el problema que la película se centra sólo en los personajes de Cervantes y Lorente, y sus respectivos problemas, que importan entre 0 y nada, y se vuelven los momentos menos interesantes del film. Los demás waterpolistas pasan por ser maniquíes con líneas de diálogo predecibles ¡Oh, no! ¿Van a perder la fe en sí mismos? ¡Qué sorpresa! ¿Lograrán encontrar el coraje para luchar y ganar? ¡No me lo esperaba! Ya me sé la canción, lo he visto en tantas otras películas. El protagonismo debería estar más repartido entre todo el equipo, como sude en, por ejemplo, "Race the Sun" (Charles T. Kanganis, 1996) o "Military Wives" (Peter Cattaneo, 2020).


También hay que destacar cierta incoherencia en la relación entre el personaje de Jaime Lorente, un waterpolista que se mete coca para desayunar (a Albert Rivera le gusta eso), y el de Tarik Filipovic, el entrenador de la selección. Ambos parecen competir a ver quién de los dos es más capullo (gana Jaime Lorente, para sorpresa de nadie). El personaje de Filipovic es una suerte de Sargento Hartman (otro cliché) que hace como Homer Simpson en el episodio en el que hace de entrenador de rugby, va eliminando candidatos sin menor atisbo de piedad. Pero en vez de quedarse con aquellos dispuestos a llegar al límite de sus fuerzas, se queda con el personaje de Lorente, que ni asiste a los entrenamientos y se pasa las noches en las discotecas comprando mercancía de Pablo Escobar en un año en el que la mitad de Colombia despertaba con hormigas en boca ("Pero vamos a ver ¿Que somos tontos o qué").

De hecho, aun siendo secundario, es el personaje de Tarik Filipovic el más interesante del film, y su conflicto sí es interesante. Ahí estaba la película, ahí tenían la historia que contar. Los protagonistas de "42 segundos" debían ser los entrenadores de las selecciones de España e Italia.

Respecto al waterpolo y las olimpiadas de Barcelona 92, encontramos otro problema. Es un planteamiento con mucho potencial, pero queda desaprovechado. La película debería transmitir pasión por el waterpolo, más en un evento como las olimpiadas más recordadas de la historia, pero el film no transmite la épica y la grandiosidad que el contexto demanda. Ni el guión ni la dirección consiguen transmitir esa épica y grandiosidad; ni en los diálogos, ni en la relación entre personajes, ni en la planificación visual... hay unos pocos momentos en los que sí parece que "42 segundos" va a llegar a transmitir épica y grandiosidad sobre el waterpolo, pero, cuando está a punto de llegar, rápidamente vuelve para atrás. Deberían haber mostrado más y mejor los nervios y el estrés que sufren los grandes waterpolistas antes de y durante un partido.


No sólo falta la epicidad de las olimpiadas, falta pasión por el waterpolo. El espectador debería sentir ganas de jugar al waterpolo al ver la película, debería sentir emoción por cada partido que se viera, debería sentir cada partido como si fuera la batalla en el abismo de Helm o la batalla entre Goku y Freezer. No es imposible hacer épica y grandiosidad del waterpolo, ni siquiera difícil. En el anime hacen épica y grandiosidad hasta de la cosa más chorra; “Slam Dunk” con el baloncesto, “Oliver y Benji” con el fútbol, “Dome” con el béisbol, “Cinturón negro” con el judo... cada una de esas series te transmite una pasión contagiosa por el respectivo deporte en el que se contextualiza, te dan ganas de meterle una patada atómica a un balón y destrozar la portería o tirar con la mano una pelota de manera que haga ziga-zagas en el aire. Cosas así.

Eso el anime lo sabe hacer muy bien. Los que se dedican al anime, los que realizan anime saben tratar muy bien la épica, porque entienden que en cuanto a afectación emocional no hay ninguna diferencia entre la guerra más brutal y el entrenamiento de voleibol de una extra-escolar de un colegio de secundaria de la periferia de París, por ejemplo.

Los directores deberían haberse inspirado en la narrativa argumental y visual del anime. No es algo difícil de hacer ni esperable que quede mal en imagen real. Tarantino lo ha hecho. Las dos entregas de "Kill Bill" tienen una narrativa visual y de presentación y desarrollo de personajes muy anime. No es que en "42 segundos" los planos estén mal compuestos, ni por asomo. Por ejemplo, en el partido final casi se llega a la pasión y la épica que el contexto demanda, gracias en parte a cómo están compuestos algunos de los planos, por ejemplo los cenitales en el aire o los nadir debajo del agua, o los planos de los comentaristas de la radio, pero entonces no me lo interrumpas poniendo planos a cámara lenta con aceleración final como en las desfasadas superproducciones de acción de Bollywood, o planos homenaje a "Bohemian Rhapsody" de gente random en un bar.

La cámara lenta es uno de los defectos de un montaje que se empeña en mantener y alargar innecesariamente escenas introspectivas de traumas e inseguridades personales de los protagonistas, lo que contraresta con las dinámicas secuencias de entrenamiento y de los primeros partidos.

En conclusión. La técnica hace que "42 segundos" se aleje de ser una mala película, pero se queda a 42 segundos de ser una buena película. Sus aciertos sólo logran equilibrar, pero no compensar, sus defectos. No pierde el partido, pero tampoco lo gana.

Mi calificación es: