Introducción: La República Galáctica está sumida en el caos. Los impuestos de rutas comerciales a los sistemas estelares está en disputa. Esperando resolver el asunto con un bloqueo militar, la codiciosa Federación de Comercio ha bloqueado todos los envíos al pequeño planeta Naboo. Mientras el Senado de la República debate estos acontecimientos, el Canciller Supremo ha enviado en secreto a dos caballeros Jedi, guardianes de la paz en la galaxia, para resolver el conflicto.
Imaginemos un pato de dos metros con problemas psicomotrices repelentemente molesto cuya única aportación es estorbar y decir tonterías sin venir a cuento y que no cae absolutamente bien a nadie. Bueno, George Lucas lo imaginó, seguramente bajo los efectos de algún medicamento caducado, y por algún motivo que escapa a la razón creyó bien incluirlo como personaje del regreso de Star Wars después de 16 años desde “El retorno del Jedi”, y además haciendo que el susodicho sujeto salga insistentemente en la película sin que lo pida ningún espectador, que más bien prefiere su absoluta y pronta extinción.
El pato de dos metros al que me refiero, que habla una especie de portugués versión sms, es, cómo no, Jar Jar Binks. Es un personaje insufrible, es un Mariano Rajoy, y resulta exasperante escuchar sus idioteces y aguantar sus payasadas. Resulta lamentable que una película que podía haber sido buena es estropeada, en buena parte, por la presencia de inaguantable personaje.
Pero debemos ser justos y no juzgar “La amenaza fantasma” sólo por sus errores, que los tiene, y grandes, sino también por sus aciertos, que también los tiene. ¿Es “La amenaza fantasma” una película tan mala? ¿Merece ser tan condenada como lo ha sido todos estos años desde que se estrenó? ¿No es posible que, en el recuerdo colectivo, nos hemos quedado sólo con lo malo, y al final eso es lo único que recordamos de ella? Cabe decir que las críticas que ha recibido la película no son infundadas, pero tampoco son del todo justas. La película no es buena, eso es cierto, pero tampoco es tan mala como para ser tan condenada.
Sólo porque una película no es buena, no quiere decir que no tenga aspectos positivos, bien hechos y aprovechados. Y cuando en una película se invierte tanto dinero y esfuerzo, es justo reconocer cuando ese dinero y esfuerzo dan resultados y se hacen cosas bien.
Por ejemplo, las peleas mejoran muchísimo con respecto a las tres anteriores películas de la saga (por orden en el que fueron estrenadas). En el Episodio IV la pelea con sables láser entre Darth Vader y Obi-Wan Kenobi es más bien sosa. En el clímax de “La amenaza fantasma” tenemos una pelea espectacular en la que Darth Maul lucha contra Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn a la vez. En general todas las batallas con sables láser que salen en la película son geniales, pero la pelea de Darth Maul contra Kenobi y Jinn es épica, y no sólo por los choques de espada y los giros, saltos, patadas, vuelos y el doble sable láser de Darth Maul, que mola mucho, sino también por la composición musical que John Williams realiza para ese momento, que es extraordinaria. No hay más que comparar la coreografía de las luchas de “La amenaza fantasma”, sobretodo la del clímax, con cualquier lucha con sables láser que se viese en las tres anteriores películas. Es imposible no reconocer que, en ese aspecto, la segunda trilogía supera a la primera notablemente.
Algo que también se debe reconocer a George Lucas es que es consciente de que no es un buen director de actores, no sabe dirigir bien a los actores, se centra demasiado en los aspectos técnicos, en el apartado de fotografía, de sonido, de efectos visuales, etc. Lucas no se centra tanto en trabajar las actuaciones de los actores, y es consciente de que es una dejadez por su parte que puede perjudicar mucho al resultado final del film. Por eso es un acierto que, en “La amenaza fantasma”, y también en las dos siguientes películas de la segunda trilogía, hubiera procurado en el reparto algunos actores que sepan sobrevivir a una mala dirección de actores. Tampoco es que todos los actores en la película actúen bien o actúen de forma destacable, pero muchos actores no lo hacen mal, y de hecho hacen un buen trabajo interpretativo. Jake Lloyd no lo hace nada mal interpretando a Anakin Skywalker de pequeño, tampoco hace una gran interpretación, pero está bien, es un niño que hace de niño, y eso lo cumple satisfactoriamente. Hay otros actores, sin embargo, que sí destacan, como Liam Neeson, Ian McDiarmid, Pernilla August (como la madre de Anakin), o Terrence Stamp.
Liam Neeson muestra una gran presencia en la película, no sólo porque se aprovecha bien visualmente su gran estatura, sino porque resulta muy creíble como maestro Jedi. No luce viejo pero sí mayor, no parece que sea infalible pero sí muy sabio, no se ve que sea muy poderoso pero sí muy experimentado y capaz. Ian McDiarmid también se luce, y se nota que se lo pasa en grande interpretando al Senador Palpatine/Darth Sidious. George Lucas enfoca al personaje de una manera ingeniosa, se percibe y se intuye moderadamente que es un personaje maquiavélico y manipulador, una especie de Frank J. Underwood de la política intergaláctica, un Petyr Baelish de la diplomacia estelar; tiene muchos matices, se muestra como alguien diplomático y cooperador, juega a ser bueno sin que el espectador se lo termine de creer.
“La amenaza fantasma”, además de unas cuantas buenas actuaciones, también tiene un buen ritmo. Es entretenida y no aburre en ningún momento. No sólo porque como película en parte de aventuras tiene grandes momentos, como la carrera de vainas, sino también por el montaje, que hace que la película sea dinámica. El clímax de “La amenaza fantasma” se nos presenta a cuatro niveles que se van alternando: la batalla de los gungan contra el ejército droide de la Federación de Comercio, la lucha de Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn contra Darth Maul, el ataque de Padme y el voluntariado de seguridad contra el Virrey Gunray, y el combate en el espacio entre los pilotos de Naboo y las naves de la Federación de Comercio. Esas cuatro escenas que se van sucediendo al mismo tiempo en el montaje se alternan muy acertadamente, de manera que el espectador no se pierda y sepa bien todo lo que sucede en cuatro sitios distintos a la vez. Todos los elementos de espectacularidad que se encuentran en esas cuatro escenas, al alternarlas equitativamente, se añade un plus de emoción que hace que la película tenga un buen clímax.
En general los aspectos técnicos y artísticos de “La amenaza fantasma” (obviando el guión, la dirección y las actuaciones) están bien trabajados. Hay un buen trabajo de fotografía, al igual que en el diseño del vestuario, de los decorados y del maquillaje. Los efectos especiales, aunque son en su mayoría generados por ordenador, estos no cantan, tienen un buen acabado, y se combinan muy bien con los efectos artesanales cuando los hay. Muchos se quejan de la saturación de efectos digitales en la segunda trilogía, y puede que sí haya un abuso del uso de los efectos digitales en el segundo y tercer episodio, pero no en “La amenaza fantasma”. Con el notable avance y mejora de los efectos digitales en los años 90, se pudieron hacer cosas que sin los efectos digitales no se podrían haber hecho o se podrían haber hecho pero a un coste prohibitivo. Por eso es normal que George Lucas, al iniciar una nueva trilogía sobre el universo de Star Wars, una precuela de la anterior trilogía, quisiera innovar y hacer un uso de las nuevas tecnologías en cuanto a efectos visuales para rodar los tres nuevos capítulos. En los episodios segundo y tercero se excedió, pero en “La amenaza fantasma” los efectos digitales no llegan a ser ostentosos.
Hay un aspecto de la segunda trilogía del que mucha gente se queja: la insistente presencia y referencia de la contextulización política de la historia que abarca la segunda trilogía. Es un queja legítima, pero sin razón. Rodar una segunda trilogía de Star Wars para hacer lo mismo que en la primera trilogía hubiese sido una equivocación, primero porque después de tantos años no se hubiese ofrecido nada nuevo, que es la gracia de hacer una nueva trilogía, aportar cosas nuevas, y segundo porque la historia está ambientada en otra época, en un contexto diferente, en un contexto dónde la política tiene mucha presencia y mucha importancia en la realidad en la que viven los personajes.
En “La amenaza fantasma” nos encontramos una situación muy extrapolativa de la situación política del mundo real en el que vivimos. La Federación de Comercio ejerce, militarmente, un bloqueo mercantil al planeta Naboo, tal como hizo Estados Unidos con Cuba durante la crisis de los misiles en 1962, pero en el contexto de la película el motivo es la disputa por los impuestos a las rutas comerciales. Vemos en la Federación de Comercio una suerte intergaláctica del Banco de Hierro de “Juego de tronos”, una organización especulativa sin reparos a jugar sucio. Ellos disponen el tablero y las fichas, y no permiten otra opción que no sea jugar a su juego.
Podemos encontrar una situación muy semejante en la etapa más desesperada para Grecia durante la crisis empezada en 2008, cuando el país fue intervenido coercitivamente por la Troika (el grupo formado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) durante más de ocho años. La Troika sólo entiende de números, estadísticas y porcentajes; no entiende de necesidades sociales, ni de llegar a fin de mes, ni de derechos de los ciudadanos. Para la Troika todo eso no sólo es supeditable a la devolución de rescates, a los recortes presupuestarios, y a la política de austeridad; para la Troika todo eso HA de ser y DEBE ser subordinado a ello.
Es la misma mentalidad que tiene la Federación de Comercio en “La amenaza fantasma”, en el terreno económico imponen ellos las condiciones. Su política no es una opción, no es una recomendación, es un deber, una obligación. La soberanía del pueblo no cuenta para nada. El 5 de julio de 2015 hubo en Grecia un referéndum, en el que más del 60% de los votantes rechazaba rotundamente las condiciones del rescate “propuesto” por la Troika. Dio igual. Dichas condiciones no eran una propuesta, no eran algo que los griegos tuvieran la opción de rechazar.
Si política y económicamente sucede algo grave, es porque beneficia a alguien. En “La amenaza fantasma” no es difícil ver que, detrás de la figura de Darth Sidious, se esconde el Senador Palpatine. Es fácil sospechar que es él quien convence a la Federación de Comercio para que asedie Naboo, y quien escampa secretamente las sospechas de corrupción del Canciller Valorum para debilitar su posición en el Senado durante la crisis y limitar así su capacidad de toma de decisiones. Palpatine aprovecha la debilidad de la cancillería que él mismo ha causado para inducir una moción de censura para echar a Valorum y hacer que le elijan a él como Canciller.
Encontramos en Sheev Palpatine a una persona que lo único que le importa es el poder. No duda en permitir e incluso promover la invasión a su propio planeta y el sometimiento a su propio pueblo para escalar posiciones de poder. En ese sentido, es un personaje muy similar al Petyr Baelish de “Juego de tronos” o al Waleran Bigod de “Los pilares de la Tierra”. Es un ejemplo de político psicópata con trastorno antisocial, es psicológicamente incapaz de sentir empatía o preocupación por los demás. Ve a los demás como escalones a los que pisa y a los que salta para escalar en la escalera de poder. El pueblo de Naboo y el Canciller Valorum no son para Palpatine más que piezas sacrificables en pos de su objetivo, que es el poder.
La película resulta toda una lección de política y de todo el entramado de poder que conlleva. Bastante antes que “Juego de tronos” o “House of cards” hicieran de los twitteros politólogos expertos, George Lucas ya exponía con ésta fábula de space-opera un didáctico planteamiento de cómo funciona la política, tanto las jugadas limpias como las sucias. El primer episodio de Star Wars es un buen material para enseñar a un adolescente las artes maquiavélicas de la diplomacia y las armas burocráticas que se usan en política para desgastar a los adversarios.
Pero la constante presencia de la contextualización política no es lo que pasa factura al film, no riñe con la acción y la aventura. La película no resulta un “House of Cards” en el espacio, aunque hay momentos en que sí lo parece, pero no es todo política, deja mucho espacio también para la acción y la aventura. La contextualización política, además, resulta interesante, porque tiene influencia directa en la trama y en los personajes.
Sin embargo “La amenaza fantasma” tiene un importante fallo, y es su infantilización, que le pasa mucha factura. Puede parecer que por estar protagonizada, en parte, por un niño, “La amenaza fantasma” no podía no ser una película infantil. Pero el hecho de que una película esté protagonizada por un niño no es impedimento para que dicha película sea adulta, sobretodo cuando su historia lo demanda. Tomemos como ejemplo “Las tortugas también vuelan” (Bahman Ghobadi, 2004), “Kiseki (milagro)” (Hirokazu Koreda, 2011) o “Camino” (Javier Fesser, 2008). Son películas protagonizadas por niños, pero a la vez son películas muy adultas, precisamente porque las historias que cuentan esas películas lo demandan.
“La amenaza fantasma” tiene una buena historia, pero está mal contada, y no sólo porque muestre un tono de infantilización, sino porque precisamente ese tono resulta incoherente con la madurez de la historia. Yo fui a ver “La amenaza fantasma” al cine, cuando era pequeño, sólo tenía nueve años recién cumplidos, y no me enteré absolutamente de nada del contexto político que presentaba la película. Me lo pasé muy bien con la acción y la aventura y todos los distintos mundos que se veía y todo lo demás, pero no entendí la película. Y ese es el gran error del film, se mueve entre el infantilismo y la madurez, intentando ser infantiloide y maduro a la vez, y termina sin ser ni una cosa ni la otra, lo que termina perjudicando el resultado final.
En conclusión. “La amenaza fantasma” no llega a ser una mala película, precisamente porque sus aciertos la salvan de eso, pero tampoco llega a ser una buena película precisamente porque sus defectos le pasan mucha factura. Como película de Star Wars, sin duda, es la peor de la saga, pero como película en sí no desagrada, y hay algunos momentos en que se disfruta.
Lo mejor: Liam Neeson y Ian McDiarmid
Lo peor: Jar Jar Binks, por supuesto
Mi calificación es: