[ÚLTIMAS CRÍTICAS] [DRAGSTER-WAVE.BLOGSPOT.COM.AR]

viernes, 8 de noviembre de 2019

CRÍTICA PARASITE (2019), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

CRÍTICA CON SPOILERS 

Sinopsis: Tanto Gi Taek como su mujer, su hijo y su hija están sin trabajo, se les acumulan las deudas y viven en la miseria hacinados en un semisótano en la zona más humilde de la ciudad. Por recomendación interesada de un amigo universitario, el hijo mayor, Gi Woo, empieza a dar clases particulares de inglés para una estudiante de secundaria en casa de los Park, una familia adinerada que vive en una mansión en la zona más rica de la ciudad. Poco a poco Gi Woo y su familia se infiltran en el hogar de los Park como trabajadores de servicio, haciéndose pasar por profesionales cualificados de alto standing, con el objeto de sacarles todo el dinero que puedan y mejorar su situación económica y social. Ambas familias van manteniendo una relación recíprocamente parasitaria en la que se explotan mutuamente. 

En 2012 se estrenó una película francesa titulada “Dans la maison”, basada en la obra teatral “El chico de la última fila”, del dramaturgo español Juan Mayorga. El protagonista de dicha película, Claude, un estudiante de secundaria de estatus humilde, consigue, con la excusa de ayudarle en los estudios impartiéndole clases de refuerzo, penetrar en el hogar de su amigo y compañero de clase, Rapha, cuya familia es de clase alta y vive en una gran casa en un elegante suburbio vecinal. Motivado por la envidia, Claude empezará a desestabilizar lenta y disimuladamente la familia de su amigo, aprovechándose tanto de él como de sus padres y manipulándoles sin que se den cuenta, convirtiéndose en un parásito que consuela sus celos absorbiendo el bienestar y la estabilidad emocional de la familia de Rapha. El protagonista irá registrando su obsesión voyeurista en una elaborada práctica literaria que llama la atención de su profesor de lengua, que hasta ese momento no había percibido en el chico de la última fila ningún fuerte destacable. 

Por su propuesta narrativa y coyuntural, “Dans la maison” es una obra claramente referencial para Bong Joon-ho en su “Parasite”, pero no la única, pues en la película del director surcoreano se observa rasgos muy identificables a “La transformación” de Kafka, obra ambientada en la Praga previa a la primera guerra mundial en la que el protagonista, Gregor Samsa, joven comerciante de telas del que sobreviven económicamente sus padres y su hermana, un día se despierta convertido en una cucaracha de metro y medio. La transformación exterior del protagonista provoca que gradualmente se exteriorice la actitud parasitaria de su familia. 


Es precisamente eso de lo que habla Bong Joon-ho en su película, del parasitismo, del parasitismo social. La lógica inicial lleva a pensar que el parasitismo al que hace referencia el título de la película es el que ejerce la familia pobre, pues se infiltran de manera engañosa en el lujoso hogar de la familia rica, viven a base de sacarles dinero de manera deshonesta, y cuando sienten que están a punto de ser descubiertos corren a esconderse como cucarachas. Sin embargo, a medida que avanza la película se va percibiendo que la familia rica también son parásitos, pues al fin y al cabo la riqueza de unos pocos depende de la pobreza de los demás. Encontramos buenos ejemplos de esta tesitura en propuestas como “Elysium” (Neill Blomkamp, 2013) o “Snowpiercer” (Bong Joon-ho, 2013), pero “Parasite” viene a decir que, en mayor o menor medida, todos los individuos o todos los colectivos o todas las clases sociales son parásitos, sino objetivamente sí almenos subjetivamente, pues para los ricos los pobres son parásitos mientras que para los pobres los parásitos son los ricos. 

En su más reciente película Bong Joon-ho reincide en una temática que ha ido exponiendo a lo largo de su filmografía, la exclusión y marginación social, los pobres (también tiene un breve momento para mostrar otros de sus recurrentes temas, la ineptitud policial). El subtexto de denuncia social y política es introducido hábilmente con una parábola marxista que empieza de manera humorística, que posteriormente se desarrolla con tensión y suspense, y que finalmente termina en una desoladora y demencial explosión de macabra violencia. 

Con éste relato realista, el director surcoreano muestra la clara y evidente a la par que injusta diferencia de clases. Un exponencial crecimiento económico (como el que vivió Corea del Sur en la dictadura de Park Chung-hee) puede satisfacer las necesidades financieras de un Estado pero a la vez también puede dejar de lado el bienestar social de los ciudadanos, promoviendo la diferencia de clases y, por consecuencia, un desequilibrio de derechos y oportunidades. Al fin y al cabo, la picaresca con la que los miembros de la familia pobre consiguen introducirse y mantenerse en un entorno de clase social alta evidencia que son inteligentes y hábiles, con muchas aptitudes. 


El padre es un currante que se ha sabido manejar en múltiples trabajos, aunque no siempre sabe hacer bien las cosas. La madre fue campeona de lanzamiento de martillo, y la miseria en la que vive no le impide seguir amando a su marido y seguir estando a su lado a pesar de las adversidades y las penalidades. La hija es una gran actriz, y tiene manitas para la falsificación de documentos. El hijo es un buen guionista y es guapo, y sabe sacar provecho de ello para engatusar a las mujeres. Por el contrario, la mujer de la familia rica es una inútil que ni estudia ni trabaja ni sabe hacer las tareas del hogar ni sabe ayudar ella misma a sus hijos, no es más que un objeto decorativo que habla y se mueve y a lo mejor hasta piensa. 

La familia rica lo es a pesar de ser holgazana, mientras que la familia pobre lo es a pesar de ser espabilada, situación que a la familia pobre le parece muy injusta y hasta cierto punto les hace coger rencor a la familia rica, pues la familia pobre se cree más merecedora de las posesiones de su contraparte. Éste hecho se complementa con los prejuicios que se tiene sobre la clase social marginal. El marido de la familia rica cree que los pobres huelen mal, lo que hace sentir muy mal al marido de la familia pobre, que se siente despreciado por alguien de quien espera respeto. Los padres de la familia rica hacen sentirse inferiores a la familia pobre, les hacen sentirse menos personas. Al fin y al cabo la familia rica vive en una mansión en la cima de un colina mientras que la familia pobre vive en un semisótano en la zona más baja de la ciudad. 


Esta contraposición escénica muestra la relación enfrentada entre dos mundos diferentes que, a la vez, forman parte de un mismo mundo que comparten. La lucha de clases, que puede parecer algo del siglo XIX, pero que sigue siendo muy actual, situación ejemplificada en propuestas como “La zona” (Rodrigo Plá, 2007). Bong Joon-ho refleja esta perversa contienda y desigualdad social con una meticulosa planificación visual con la que trabaja de manera magistral la arquitectura doméstica y urbana del espacio escénico en una espléndida puesta en escena. Un buen ejemplo es el regreso del padre, el hijo y la hija de la familia pobre a su mísera casa en plena noche y en plena lluvia. La cámara les sigue desde que huyen de la mansión de los Park prácticamente arrastrándose como cucarachas hasta que llegan al sótano en el que malviven. La familia pobre está por debajo de la familia rica no sólo metafórica y socialmente, sino también física y geográficamente. La cámara desciende del mismo modo que lo hace la familia pobre, en un entorno gradualmente más húmedo y sucio, hasta que llegan a su semisótano inundado por la lluvia. El padre, el hijo y la hija se bañan en agua sucia para salvar las pocas pertenencias que puedan rescatar. La hija incluso se sienta encima de la tapa del inodoro para evitar que siga saliendo la mierda que sale a chorros, un momento premonitorio del clímax. 

En esa escena la familia pobre se ve como insectos o roedores que se alimentan de las sobras de los ricos y que, cuando estos se acercan o están a punto de descubrirlos, corren a esconderse a las sombras, a las cloacas, a los túneles, a los agujeros... espacios que Bong Joon-ho ya ha usado copiosamente en anteriores trabajos, sobretodo en “The host”. Pero el director surcoreano no sólo maneja con solvencia el espacio escénico, también el atrezo. El viaje dramático de Gi Woo, el hijo de la familia pobre, empieza, se desarrolla y termina con el mismo objeto, la roca que le regala su amigo universitario. Lo mismo sucede con el hijo de la familia rica, cuya historia empieza y termina con un pastel de aniversario. En la película hay varios ejemplos más de elementos de atrezo que Bong Joon-ho usa para desarrollar narrativamente las ideas que plantea, como los teléfonos móviles, cuya importancia en el relato es visible a lo largo del film. 


Al fin y al cabo, y a pesar de las evidentes diferencias que hay entre pobres y ricos, ambos tienen acceso a la telefonía móvil. La invisible pero notable barrera que separa a los opulentos de los necesitados es salvada por la telecomunicación, un modo de que personas de las dos clases se comuniquen sin que ninguna salga de su zona. En “Snowpiercer” el personaje de Tilda Swinton ya explicaba didácticamente con un zapato porqué, según el modo del capitalismo neoliberal, todos los estatus sociales tienen su zona y no deben salirse del marco en el que han sido establecidos. Pero, mientras que en la película sobre el tren rompenieves la lucha de clases se desarrollaba a modo horizontal, desde detrás hacia delante, en “Parasite” se establece en vertical, de abajo a arriba. 

Sin embargo, a pesar de querer mejorar su situación social y económica, los miembros de la familia pobre, sobretodo el hijo, no pueden evitar tener la sensación de estar fuera de lugar cuando se encuentran en casa de los Park fingiendo ser lo que no son, no se sienten cómodos estando en ese entorno a pesar de su sincero deseo de formar parte de ese entorno, y esa incomodidad reside no sólo en que saben que ese no es su lugar sino en la sensación de que no deberían tratar de formar parte de ese lugar. Es la mentalidad que la élite económica y social, la aristocracia, la burguesía, trata de inculcar en el proletariado, la clase obrera, los sindicatos de trabajadores, para que se inhiban ellos mismos de intentar cualquier cambio del orden establecido. 


Es la manera más efectiva de evitar un levantamiento de la clase baja, convencerles de que no pretendan aspirar a más haciéndoles ver que ese no es su lugar, y para eso la clase alta hace uso del menosprecio psicológico, juzgando la ropa que se viste, el peinado que se lleva, la marca de los productos, e incluso el olor corporal. Psicológicamente hay más probabilidades de que uno no pretenda tratar de formar parte de un lugar del que se siente rechazado, y una de las maneras más crueles y efectivas de provocar dicho rechazo es señalando a otros por apestar, poner etiquetas para encasillar a la gente y no dejarla salir de ese entorno predeterminado para él. 

Por éste perturbador y certero cuadro amargo de crítica e injusticia social, “Parasite” termina siendo no sólo una de las mejores películas del año, sino la mejor obra de Bong Joon-ho desde “Memories of murder”, con una dirección magistral, un guión brillante, y unas actuaciones extraordinarias en la que sobresale la interpretación de Song Kang-ho, actor fetiche del director surcoreano. No cabe olvidar la notable fotografía y el excelente montaje, así como el estupendo trabajo de escenografía y vestuario. Nos encontramos con una propuesta de visionado ineludible que muestra una vez más la excelente salud de la cinematografía surcoreana, pero mostrando una historia tan global que podría suceder en cualquier otro país de desarrollo capitalista.

Mi calificación es: