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miércoles, 22 de mayo de 2024

CRÍTICA BATTLE ROYALE II: REQUIEM (2003), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Esta secuela de "Battle Royale", dirigida por Kinji Fukasaku y su hijo Kenta Fukasaku, desafía las expectativas y ofrece una experiencia cinematográfica intensa y profundamente provocadora, ofreciendo una mirada penetrante y desgarradora sobre los horrores de la guerra y la resistencia armada. Si bien la primera película se centró en la brutalidad y la desesperación de un grupo de estudiantes obligados a matarse entre sí, la segunda entrega amplía su alcance, explorando temas más amplios como la guerra, la resistencia y el sacrificio.

"Battle Royale II: Réquiem", cuyo presupuesto de 9 millones dólares duplicó al de su antecesora, retoma la historia tres años después de los eventos de la primera película. El personaje de Shuya Nanahara, sobreviviente del Battle Royale del film anterior, se ha convertido en el líder de Wild Seven, un grupo terrorista decidido a derrocar al gobierno opresivo que instauró el programa Battle Royale. Este cambio en la narrativa, de la supervivencia individual a una lucha colectiva contra la tiranía, marca una evolución significativa, subrayando la resistencia y la lucha por la libertad como temas centrales.

A diferencia de su predecesora, que se centró principalmente en la crítica a la violencia juvenil y el autoritarismo, "Battle Royale II: Réquiem" amplía su mensaje para abordar la guerra y el terrorismo. La película plantea preguntas difíciles sobre el ciclo de violencia y la moralidad de la resistencia armada. Al presentar a los estudiantes como soldados forzados a luchar contra un enemigo abrumador, la película ofrece una alegoría poderosa sobre la manipulación de la juventud en conflictos bélicos y el costo humano de la guerra. El conflicto entre los estudiantes y Wild Seven sirve como una poderosa alegoría sobre la manipulación de la juventud en conflictos bélicos. Los jóvenes, tanto los que luchan obligados para el gobierno como los que se oponen libremente a él, son retratados como peones en un juego de poder mucho más grande, subrayando la tragedia de una generación sacrificada en nombre de intereses políticos y militares.
 

La premisa de "Battle Royale II: Réquiem" establece una relación directa entre la juventud y la violencia estructural. El gobierno utiliza a los estudiantes como soldados en una guerra contra el grupo terrorista Wild Seven. Esta dinámica critica la utilización y manipulación de la juventud, convirtiéndola en carne de cañón para los fines de élites políticas. Aquí, los jóvenes son desechables, peones en un juego de poder mucho más grande.

Desde una perspectiva lacaniana, los estudiantes representan el "sujeto dividido", atrapados entre el deseo de vivir y el mandato simbólico del Otro (el Estado), obligados a escoger entre el bando de los ganadores o el de los perdedores, forzados a decidir entre matar o morir. La violencia a la que se ven sometidos los jóvenes no es solo física, sino también simbólica; están alienados de su propia subjetividad, reducidos a herramientas de un sistema opresivo.

Este uso de la juventud como herramienta de violencia estatal recuerda a "El señor de las moscas" de William Golding, donde los niños en una isla desierta recrean las estructuras de poder y violencia de los adultos. Asimismo, la película "Apocalypse Now" (Francis Ford Coppola, 1979) explora la deshumanización y la brutalidad inherente a la guerra, similar a cómo "Battle Royale II" presenta a los jóvenes como víctimas y perpetradores de una violencia institucionalizada.
 

La figura de Shuya Nanahara como líder de Wild Seven introduce el tema de la resistencia. Sin embargo, esta resistencia no es simple ni puramente heroica. Shuya se transforma en un terrorista, un término cargado de connotaciones negativas en el discurso ideológico dominante. Esta transformación cuestiona la naturaleza de la resistencia: ¿es posible luchar contra el sistema sin replicar su violencia? ¿Qué diferencia hay entre un luchador por la libertad y un terrorista?

Similarmente, en "V de Vendetta", de Alan Moore y David Lloyd, la figura de V, un terrorista que lucha contra un régimen fascista, resuena con la caracterización de Shuya. Al igual que la obra de Moore y Lloyd, "Battle Royale II: Réquiem" explora la delgada línea entre la resistencia y el terrorismo.

La película muestra cómo la ideología se perpetúa a través de la violencia. El Estado justifica su brutalidad al etiquetar a Wild Seven como terroristas, deslegitimando así cualquier forma de oposición. Esto refleja cómo cualquier intento de resistencia puede ser fácilmente absorbido y neutralizado por el aparato ideológico del Estado.
 

"Battle Royale II: Réquiem" ejemplifica el concepto de "estado de excepción" de Giorgio Agamben, donde la ley se suspende bajo el pretexto de una emergencia, y la violencia del Estado se despliega sin restricciones. La isla donde se desarrolla la batalla es un espacio de excepción, donde las leyes normales de la sociedad no aplican y los jóvenes son forzados a matarse entre sí.

Este estado de excepción es revelador de la verdadera naturaleza del poder soberano. Según Agamben, el soberano es aquel que decide sobre el estado de excepción, y en la película, el gobierno japonés asume este rol, mostrando la violencia inherente a su soberanía. La película, por lo tanto, expone cómo el Estado utiliza el estado de excepción para mantener su control y perpetuar su dominio.

El concepto de estado de excepción es central en "Hijos de los hombres" (Alfonso Cuarón, 2006), que muestra un mundo distópico donde el estado de excepción es la norma y la humanidad está al borde de la extinción. Al igual que la película de Cuarón, "Battle Royale II: Requiem" revela la verdadera naturaleza del poder soberano y la violencia inherente a su ejercicio.
 

"Battle Royale II: Réquiem" ni deja indiferente ni es fácil de ver; es intensa, emocionalmente agotadora y a menudo perturbadora. Sin embargo, esta intensidad es precisamente lo que la hace tan impactante. La película desafía al espectador a confrontar la brutalidad de la guerra y a reflexionar sobre el precio de la libertad y la justicia. A través de sus personajes bien desarrollados y su narrativa, esta película logra ser más que una simple secuela; es una obra que provoca una profunda reflexión sobre la condición humana y la lucha por la dignidad, sobre la naturaleza del coraje, la lealtad y el sacrificio.

Uno de los aspectos más destacados de "Battle Royale II: Réquiem" es su desarrollo de personajes. Shuya Nanahara, interpretado nuevamente y magistralmente por Tatsuya Fujiwara, evoluciona de un adolescente traumado a un líder carismático y decidido, se erige como un símbolo de resistencia y sacrificio. Su lucha interna y su determinación por cambiar el mundo ofrecen una profunda introspección en el impacto del programa Battle Royale en la psique de los supervivientes.

Takuma Aoi, interpretado por Shugo Oshinari, es otro personaje complejo y bien desarrollado que representa la evolución emocional y moral de la juventud en tiempos de guerra. Inicialmente presentado como un delincuente juvenil, Takuma se convierte en el corazón de la nueva generación de estudiantes forzados a luchar. Su evolución de un joven rebelde a un líder valiente es una de las tramas más emotivas de la película.
 

Pero si hay una actuación que destaque en la segunda entrega de Battle Royale, esa es la de Riki Takeuchi ("Dead or Alive"), quien aquí hace de maestro del juego del mismo modo que lo hizo Takeshi Kitano en la anterior película. Takeuchi ofrece una interpretación impactante y memorable, que sobresale por su intensidad. El actor dota a su personaje homónimo de una energía cruda y una presencia magnética que capturan la atención del espectador desde su primera aparición en pantalla.

Lo que realmente eleva la actuación de Takeuchi es su habilidad para mostrar la dualidad de su personaje: alguien implacable y decidido en la superficie, pero profundamente marcado por el trauma y la pérdida en su interior. Sus expresiones faciales y el uso del lenguaje corporal comunican un sentido de desesperación y determinación que va más allá de las palabras, creando una conexión emocional con el público. La interpretación de Riki Takeuchi en "Battle Royale II: Requiem" es un ejemplo brillante de cómo un actor puede transformar un papel en una representación vivida y multifacética de la condición humana.

El trauma es un tema central en "Battle Royale II: Réquiem". Los personajes, especialmente Shuya, están marcados por la violencia del pasado y su experiencia en el primer Battle Royale. Este trauma colectivo se convierte en un motor para la resistencia, pero también en una fuente de perpetua violencia. En términos freudianos, la repetición del trauma es inevitable; los personajes están atrapados en un ciclo de repetición compulsiva.
 

El trauma, sin embargo, no es solo personal sino también social. La película muestra una sociedad traumatizada por la violencia institucional y la guerra. Este trauma social es una crítica a la forma en que las estructuras de poder perpetúan la violencia y el sufrimiento.

El tratamiento del trauma y su impacto en la juventud es comparable con "La jaqueta metálica" (Stanley Kubrick, 1987), en la que se explora cómo el trauma de la guerra transforma y deshumaniza a los soldados, un paralelo directo a los estudiantes en "Battle Royale II: Requiem".

El elenco de secundarios, incluyendo un memorable cameo de Takeshi Kitano, también ofrece estupendas actuaciones. Cada personaje, aunque tenga un tiempo limitado en pantalla, está bien definido y aporta una perspectiva única sobre el conflicto. Sus historias individuales y sus destinos trágicos resaltan la brutal realidad de la guerra y el costo humano de las decisiones políticas.
 

Kinji Fukasaku, quien lamentablemente falleció durante el rodaje, dejó una marca indeleble en el cine japonés, y su visión continuó a través de su hijo Kenta. La dirección de Kenta, respetuosa con el legado de su padre, mantiene el tono sombrío y visceral de la primera película, pero añade una dimensión épica con destacables escenas de batalla a gran escala que recuerdan a la escena del desembarco en "Salvar al soldado Ryan". El uso de la cámara en mano y los ángulos de cámara dinámicos intensifican la sensación de inmersión, caos y urgencia, sumergiendo al espectador en la brutal realidad de los personajes.

El diseño de producción y los efectos especiales son igualmente impresionantes. Las escenarios de devastación y combate están meticulosamente detallados, creando un ambiente opresivo y sombrío que refleja el estado del mundo en el que viven los personajes. Este cuidado en la presentación visual no sólo subraya la gravedad de la situación, sino que también enriquece la narrativa, añadiendo emoción a cada escena.

En conclusión, "Battle Royale II: Réquiem" es una secuela audaz que expande su universo y ofrece una exploración conmovedora y provocadora de temas complejos y relevantes. Con una dirección sólida, actuaciones convincentes y una narrativa rica en significado, la película se destaca como una obra significativa en el género del cine de acción y drama. Para aquellos dispuestos a enfrentar su intensidad y sus temas desafiantes, "Battle Royale II: Réquiem" ofrece una experiencia cinematográfica inolvidable.

Mi calificación es: