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lunes, 29 de agosto de 2016

CRÍTICA BRAZIL (1985), POR ALBERT GRAELLS

SISTEMA DE CALIFICACIÓN: ☆ MALA BUENA MUY BUENA EXCELENTE

Sinopsis: Sam Lowry es un funcionario de tercera categoría dentro de la gigantesca máquina burocrática que mueve (o paraliza) una distopía opresiva situada en algún lugar del siglo XX, inhumana, hundida por la ineficiencia y amenazada por el terrorismo.

Un error en un apellido debido a una mosca caída en la cabeza de un teletipo provoca la detención errónea de un inocente, que es torturado hasta la muerte por agentes represivos del orden. Como oficialmente no existen errores en el sistema burocrático, nadie quiere hacerse cargo del papeleo excepto el bien intencionado Lowry. Durante su visita a la familia del fallecido tiene un encuentro casual con la vecina, a la que reconoce como la mujer de sus sueños. Sin embargo, ésta huye.

Éste descubrimiento hace que, para poder obtener información sobre ella, Sam se someta a los deseos de su madre, una narcisista adicta a la cirugía estética muy bien relacionada, obsesionada con darle una carrera a su hijo. Así, Lowry comienza su escalada en las altas esferas a pesar de su naturaleza escrupulosa y poco ambiciosa.

Sin embargo, tanto su implicación en el error burocrático del principio como su obsesión por la mujer, así como sus contactos con un fontanero clandestino, complican la vida a Lowry hasta el punto de que pasa a ser considerado una amenaza para el sistema.


Dirigida por Terry Gilliam, "Brazil" es una distopía ambientada en un ficticio estado opresor, permanentemente atrasado por una ineficaz burocracia, una paranoia constantemente rallante, un totalitarismo filofascista y una locura desconcertante. La manera de esta distopía es simplemente inoperativa, tediosa y absurda. El espectador llega a sentir el desquicio y la frustración que siente el protagonista, condenado a vivir en tan asfixiante mundo de pesadilla. Eso no es nada nuevo, pues en propuestas posteriores como “Elysium” (Neill Blomkamp, 2013), “Silencio” (Martin Scorsese, 2016) o “Yo no soy Madame Bovary” (Feng Xiaogang, 2016), o en propuestas anteriores como “Vivir” (Akira Kurosawa, 1952), ya se dibuja la burocracia como el mejor método de las dictaduras para atrapar a sus ciudadanos y no dejarles escapar.

Un buen ejemplo lo encontramos en España, cuya Constitución es relativamente sencilla de reformar ordinariamente, al menos en artículos, capítulos o títulos “no esenciales”. Pero en España la reforma constitucional en sus términos más esenciales y fundamentales, sobretodo con respecto a los tres primeros títulos, es burocráticamente una pesadilla del carajo. Para llevar a cabo dicha iniciativa, y concluirla con éxito, se debe llevar la propuesta al Congreso de los Diputados, conseguir la aprobación de un mínimo de dos tercios de la Cámara, luego llevarlo al Senado y conseguir allí otra aprobación de un mínimo de dos tercios de los senadores. Llegados a éste punto, lo normal sería que el siguiente paso fuera, después de conseguir la aprobación por mayoría de dos tercios en ambas cámaras legislativas, someter dicha propuesta a referéndum para que la ratifique o no la ciudadanía. Pues no. Después de conseguir el apoyo de una mayoría de dos tercios en ambas cámaras, éstas se disuelven y se convocan elecciones generales, se elige nueva representación legislativa en el Congreso y en el Senado, y se vuelve a repetir el proceso, hay que conseguir otra vez una mayoría de dos tercios en ambas cámaras pero con una nueva representación. Y ya en el caso de que se consiga dicha mayoría, entonces se somete a referéndum la propuesta de reforma constitucional.


Evidentemente, repetir el mismo proceso inicial, aunque sea con nueva representación legislativa, es innecesario, es duplicar un procedimiento para nada, no es más que una pérdida de dinero, tiempo y recursos. Es burocracia, de la que jode, de la innecesaria, de la inoperativa, de la inútil, de la ineficiente, de la ineficaz. Por esa misma razón se escogió esa vía para la reforma constitucional en sus términos más esenciales y fundamentales, para hacer imposible dicha reforma. Sobre el papel es posible reformar la Constitución en sus pilares, y el procedimiento parece claro, pero es tan innecesariamente largo, laborioso y costoso que, en la práctica, hace inalcanzable e inviable dicha reforma. En la realidad se puede iniciar el procedimiento para reformar les tres primeros títulos de la Constitución, pero dicho procedimiento nunca concluirá con éxito, el sistema burocrático que se debe seguir se estableció precisamente con ese objetivo, es un laberinto sin salida, una trampa que el Estado prepara para atrapar a los ciudadanos incautos o ingenuos y no dejarles escapar, como el bueno de Lowry, que, para alcanzar sus objetivos no ve otro camino que tomar la vía burocrática que ha sido diseñada precisamente para impedir que alcance sus objetivos.

Las ansias de libertad del protagonista para escapar de tanta opresión y de tanta burocracia se reflejan en sus sueños, donde es un angelical soldado con motivaciones heroicas, salvar a la chica de sus sueños, la chica con la que quiere escapar de la jaula y salir volando, libre, aunque para ello deba luchar contra gigantescos samuráis, que representan la opresión gubernamental y burocrática que pretende enjaular a Lowry para no dejarlo escapar. La lucha contra la opresión es reflejada en el clímax con un homenaje a "El acorazado Potemkin" que Terry Gilliam no se molesta en disimular.


Gilliam consigue transmitir el triste ambiente de la opresión y la tediosidad de la burocracia, tanto como la locura colectiva y los deseos de libertad en los sueños del protagonista, con unos increíbles y fastuosos decorados. La descomunal y gris arquitectura de la realidad que plantea el film luce como barrotes que aprisionan a la sociedad en un sistema asfixiante.

Con reminiscencias al “1984” de George Orwell, “Brazil” no deja de ser una de las innumerables e imaginativas distopías que ha ofrecido la cinematografía en el siglo XX, y sin duda una de las más terroríficas por cuan realista es. La imaginería de Gilliam sirve como extrapolación de la realidad de muchos regímenes políticos, como un tratado de los regímenes opresores y de las sociedades oprimidas. Y al igual que Orwell con su fábula superada ya por la realidad en algunos países, Gilliam dibuja una tesis para nada optimista pero sí muy realista, que las sociedades oprimidas en su mayoría se resignan a vivir con escasez de libertades por miedo al castigo y a las represalias de aquellos regímenes que les oprimen, no se ven capaces de combatir al monstruo tirano por la fuerza que demuestra. La lucha disidente resulta inevitable pero también insuficiente cuando no aplastada por el régimen, y por lo tanto cualquier esperanzan o sueño de libertad termina por quedar en una fantasía.

"Brazil" viene a decir que las ansias de libertad de los ciudadanos se contraponen a los deseos de un gobierno corrupto, que aprisiona y se come a la gente a través de la burocracia hasta atarla o hacerla desaparecer (esto se refleja en la película, y de manera muy gráfica, con el personaje de Robert De Niro), un gobierno que traspasa a las familias de los prisioneros la factura de la tortura y ejecución de los mismos, un gobierno que da a escoger a sus ciudadanos la opción de vivir sometidos a las reglas de su juego, o la de ser torturados hasta la muerte.

Mi calificación es: